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| Ninguna Guerra Se Parece A Otra
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| por Roberto Pozuelo
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Sin duda el mejor relato de periodismo en lugares sacudidos por un conflicto armado desde el perfecto "Territorio Comanche" de Pérez-Reverte. Sin embargo, como bien señala Jon Sistiaga en la obra, el periodismo en la guerra ha cambiado. Las nuevas tecnologías permiten narrar la guerra en directo, y convierten a los profesionales de la prensa en un bando más a tener en cuenta por los militares, ya que sus cámaras están ahí para contar de primera mano lo que realmente está sucediendo. Todos vimos por televisión la llegada de las tropas estadounidenses a Irak, los vimos combatir en las playas fluviales y puentes del Tigris, vimos acciones bélicas reales gracias a los periodistas empotrados con los marines, y vimos, cómodamente sentados en nuestro sofá, la lluvia de bombas que destruyó Bagdad. Todo esto se tradujo en ataques al grupo más incómodo que "participaba" en el conflicto, un "ejército" que usa cámaras y micrófonos, poderosas "armas" que disparan las "balas" de la información. Por eso todos vimos también los ataques a las sedes de Al Jazira y Abu Dhabi, y algo que nos tocó más de cerca, las imágenes de José Couso grabando al tanque que le asesinaba.
Jon Sistiaga combina sus vivencias y anécdotas con un riguroso y desinteresado análisis de la guerra y sus bandos. Relata las sensaciones de los civiles y militares irakíes en los días previos al ataque y su posterior evolución, cuando veían que la guerra estaba perdida y el régimen los días contados. El líder derrocado, Sadam Husein también tiene su capítulo en el libro, trazando Sistiaga su trayectoria a lo largo de años de mandato dictatorial. La obra se completa con reflexiones personales del autor sobre la información en los conflictos armados y sobre la responsabilidad del reportero que la cubre. Para Jon, es tan importante la noticia como la actuación del periodista. Es fundamental para el profesional saber esquivar a los censores del Ministerio de Información irakí y descubrir que informaciones estaban preparadas o manipuladas con la finalidad de conseguir enviar una crónica lo más fiel posible a la realidad. Y también intuir cuándo su presencia puede forzar situaciones que no sucederían de no estar presente una cámara, por ejemplo unas manifestaciones pro-Sadam que muestran un falso apoyo del pueblo; o en cambio, todo lo contrario, qué situaciones podría evitar la presencia del testigo, por ejemplo una ejecución en masa.
José Couso esta muy presente en el texto. Era el compañero de Jon en Irak, y como todos recordamos, fue abatido junto con otro cámara extranjero en el hotel de la prensa. Un tanque Abrams del ejército de EEUU disparó contra un edificio lleno de periodistas ante la afirmación del oficial al mando de que allí se encontraba un ojeador irakí, con prismáticos, dirigiendo el fuego hacia sus blindados. El libro narra los momentos previos al ataque, el cañonazo y los intentos desesperados de Sistiaga por salvar la vida de su amigo trasladándole en un coche particular a diversos hospitales, y una vez fallecido, las negociaciones con las embajadas, cruz roja y marines para lograr repatriar su cuerpo a España. Un momento fuerte en el relato. Un toque de dura realidad. Un reflejo del riesgo que corre día a día el corresponsal de guerra, en un lugar donde la muerte acecha en cada esquina, simplemente por realizar su trabajo, trabajo que permite que nosotros, desde nuestros hogares, conozcamos la verdad.
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