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| La Mitad De Una Mujer
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| por Antonio Ruiz Vega
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Ambientada en 1928, en los años finales de la dictadura de Primo, cuando ya el aire olía a República, Juan Carlos Arce –hombre de teatro– ha creado una trama donde aparece un médico (Santiago Vidal), una pareja (Andrés Zamora y María), un mago (Lorenzini) y, para pasmo del lector, el mismísimo Ramón del Valle Inclán. Hay otros personajes secundarios como el torero Bombillita y el meapilas Angelillo.
Vidal, el médico, hace befa del juramento hipocrático y lleva bastante tiempo pasaportando al más allá a algún que otro paciente, por puro deporte. Cansado de la caza menor pone sus ojos un día en el escritor y decide envenenarlo. Le conoce a través del amigo común, Andrés Zamora, el marido de María, bellísima mujer de la que, muy en el fondo, el médico Vidal está vagamente enamorada. A la vez María se enamora del mago Lorenzini, lo que complica las cosas.
Valle-Inclán, en su época de rompe y rasga contra la monarquía (se dedica, junto a un grupo de amigos, a rondar al monarca a grandes gritos e insultos, junto al Palacio Real), sospecha enseguida de Vidal, pero no porque imagine que va a envenenarlo, sino porque piensa que es un policía de Primo. Vidal urde una cita con Valle haciéndole pensar que quieren hablar con él dos enviados del Kremlim, pero Valle sospecha.
María, enamorada de Lorenzini, duda entre marchar con este a Roma o dar una última oportunidad a Andrés Zamora, que está locamente enamorado de ella. Andrés y Lorenzini tienen una entrevista borrascosa.
Vidal, tras fracasar varias veces en su intento de acabar con Valle, decide cargarse a Lorenzini con lo que mata varios pájaros de un tiro. De una parte cumple con lo que es su pasión, la de apiolar cristianos, y se quita el mal gusto de boca de no haberse podido cargar a Valle, quien le cae cada vez peor, de otra ayuda a su amigo Andrés, quien parece que ha perdido definitivamente a María. Lorenzini, quien por cierto no le cae muy bien tampoco.
Pero cuando acude a la estación de tren llevando una frasca de licor de madroño envenenado ve que María está ya con Lorenzini y teme matarlos a ambos, lo que le lleva a desistir.
Tras estos gatillazos, Vidal se queda algo inapetente y no mata a nadie, hasta que, poco a poco, se embala y vuelve a pasarse por la piedra a cinco sanísimos pacientes, lo que le hace recuperar la autoestima un tanto.
La novela está bien escrita, se lee con facilidad, aunque las razones por las que el médico se dedica a matar gente no están muy claras, y todavía menos el porqué la toma con Valle. Las descripciones del Madrid de aquellos años, las tertulias literarias, etc. también están logradas y el propio Valle resulta bastante fiel a la realidad, aunque el autor descubre la tramoya en una NOTA DE AUTOR final, bastante ociosa.
El título, "La Mitad De Una Mujer" hace referencia a uno de los trucos de Lorenzini, el de la mujer serrada, que se consigue de una manera bastante burda usando un caja doble y también dos mujeres, una de las cuales muestra la cabeza y otra las piernas. |
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