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portada La Gran Ilusión
Ficha del Libro:

Título: La Gran Ilusión    comprar
Autor: Miguel Sánchez-Ostiz
Editorial: Anagrama
I.S.B.N.-10: 8433917870
I.S.B.N.-13: 9788433917874
Nº P´gs: 172


La Gran Ilusión
por Antonio Ruiz Vega

  Esta novela aparece en 1989, viene después de "Tánger Bar" y "La Quinta Del Americano" (1987) y antes de "Las Pirañas", obra esta última que constituye una gran convulsión en su narrativa. Hay que deducir que a partir de esta novela adviene la gran crisis vital y literaria de Ostiz, que motiva una obra tan opresiva como "La Pirañas". Podríamos decir más, incluso, pues es evidente que tras "La Gran Ilusión" debió ponerse a escribir "La Caja China", novela que guarda muchas concomitancias con la que nos ocupa y que no pudo terminar hasta siete años después, terminada y sobrepasada la crisis a la que aludimos.

Los rudimentos de "La Gran Ilusión" (título que alude a la película homónima de Renoir, a la vez que también se refiere a la amistad, que en esta novela, como puede verse, constituye una "gran ilusión" o mentira), podemos encontrarlos, como es el caso de todas o casi todas las novelas posteriores, en "Los papeles del ilusionista", donde se hace referencia a la vinculación "francesa", pero aquí se ha ido más lejos, porque tanto el ámbito geográfico, los personajes, etc., son todos franceses del principio al final.

Un burócrata de provincias, un empleado de biblioteca, sumido en su covachuela, olvidado incluso por la jerarquía, decide un día investigar a un autor menor (David Lawstein) al que descubre en revistas locales que encuentra en su lugar de trabajo. Un hombre sin grandes motivaciones, sin grandes proyectos vitales, decide un poco por hacer algo emprender un viaje e informarse lo más que pueda sobre este autor prácticamente desconocido, con vistas a una vaga exégesis, a un informe, un artículo, quién sabe.

En su pesquisa va descubriendo la historia de tres amigos (David Lawstein, Gabriel Echenoz y Luis Armando Orbiac) que vivieron en una ciudad menor del sur de Francia (Bayona) y lo que les aconteció.

Las relaciones entre grupos de amigos, donde inevitablemente se crean situaciones de dominación, sumisión, etc., son uno de los temas favoritos de Ostiz y podríamos decir que aparecen en todas sus novelas. El "macho dominante" sería aquí Orbiac, quien mantiene comportamientos poco éticos con Lawstein, quien sin duda tenía más talento de los tres, y hasta puede que tuviera -no queda claro- algo que ver en su muerte, ocurrida en París. Echenoz, por otra parte, es el personaje que permanece en el terruño, que no viaja como los otros dos, y que por tanto queda a salvo de los envites de la vida. No conoce el triunfo, el éxito económico, como Orbiac, pero también evita una muerte ignominiosa como la de Lawstein. Finalmente será algo así como el custodio del viejo espíritu de camaradería y, al verlo traicionado por Orbiac, será quien le dé muerte. En cuanto a porqué Echenoz decide quedarse, no es ajeno tampoco Orbiac, pues hay un momento cuando Echenoz está dispuesto a que marchen los tres juntos y es Orbiac quien le defrauda, cruelmente, burlándose de él y proponiéndole que cada uno marche por su cuenta.

Esta trama no resulta, no obstante, fácil de desentrañar y al finalizar la lectura de esta novela no queda claro que haya sido aclarada del todo. Hay un personaje ambiguo, en este caso un abogado (en otras novelas, como "Tánger Bar" es un anticuario), que informa/desinforma al personaje protagonista (el que indaga) y al final no sabemos si lo ha llevado por buen camino o si ha tratado continuamente de despistarle. El lector descubre, para su pasmo, que el viejo abogado (M. Lavardin) es el padre de Orbiac...

Es una novela –empezando por el mismo título– muy cinematográfica. Echenoz decide en un momento de su vida adquirir el cine local y dedica su vida a acumular todo tipo de objetos cinematográficos, que colecciona, amén de darse el gustazo de proyectar para sí mismo las películas que más le interesan.

En la página 66 se hace referencia a unas cuantas películas que podrían haber contribuido a bosquejar el paisaje espiritual de esta novela: "Quai Des Brumes", "Hotel Du Nord", de Chabrol, "Madame D" (Fritz Lang), "La Regle Du Jeu" (de Renoir), "Extraños En Un Tren", "Gilda", "I Vitelloni", "Atraco Perfecto", "La Dolce Vita" o la excelente y olvidada "El Salario Del Miedo" (que incorporaba a un jovencísimo Ives Montand). Estas películas son las que Echenoz, en la soledad de su cabina, mira y remira, incansablemente, en las horas en las que no hay público en la sala, dueño y señor de la misma.

Es también –lo hemos dicho– una novela sobre la amistad:

"Le propongo un brindis... Por la amistad... eso está bien. Es la ilusión que menos dura. Por muy grande que sea" (M. Lavardin) (Pág 30).

"Alguna vez incluso le he escuchado a Codin hablar de la amistad como si se tratara de una especie de canibalismo o de vampirización, de ese arrebatarse la vida so pretexto del afecto y de vagas afinidades, de una engañosa forma cómplice de ver el mundo y las cosas que al final conduce a la decepción; y decir que todo se reduce a un intercambio o a un escuchar confidencias las más de las veces no pedidas, a un comercio de intimidades, de ruindades, de explotación, a servidumbres innecesarias, a secretos ajenos que acaban pesando, y ocasionalmente a sablazos, y en definitiva, a una convención social más. Eso es todo". (Pág. 48).

Por aquí aparecen algunos de los objetos totémicos de la novelística de Ostiz, como ese antiguo "bureau" de persiana que aparece en casi todas sus novelas cumpliendo misiones bien diversas y que aquí está en posesión del narrador y se le hace venir del mercado parisino de Las Pulgas, lo mismo que en otras novelas provendría de un escritor falangista, de un cura, de un antepasado, etc... Es ya un viejo conocido.

Otros objetos, todos ellos cinematográficos, los que Echenoz va reuniendo, vienen descritos en una jugosa relación en la página 61.

En la página 62 hay, por cierto, una mención a la pintura de Lucien Freud que creo que no es casual. Viene a propósito del aspecto de Nora, la mujer de Echenoz, pero casa perfectamente con las descripciones de muchos de los personajes, (de esta novela pero, sobre todo de "La Caja China", y también de "Las Pirañas", etc.), seres marcados por la vida y los excesos, de rostros abotargados, sanguíneos, avejentados, como tan bien sabe plasmar este pintor.

Un "guiño" al lector, muy parecido al de "Tánger Bar" y su "novela dentro de la novela" es hacer a Lawstein autor de un libro titulado "La Puerta Falsa", título, precisamente, de una recopilación de prosas del propio Ostiz aparecido en l991... Tanto en el caso de Lawstein como en el del libro real, estamos ante "una especie de diario literario truncado y fragmentado".

Volviendo a Tánger Bar, también se da aquí el caso de que el amigo "macho dominante" aquí Orbiac, trate de mangonear/apadrinar la carrera literaria del amigo con dotes literarias. El Rafael Horne de "Tanger Bar" es quien inspira y subvenciona a Altube, y aquí Orbiac mantiene -ya en París- en la cuerda floja a Lawstein, con pequeñas dádivas y encargos, animándole cínicamente a proseguir su carrera literaria, hasta que decide a abandonarlo a su suerte.

Finalmente Orbiac reaparece en el pueblo: ha triunfado, le acompaña una bella mujer, adquieren una propiedad, etc. Echenoz, que parece esperar este momento, trata de reanudar la vieja amistad. Orbiac lo trata con sorna, hasta se ríe de él, pero Echenoz insiste, llega a ponerse pesado. Luego le interroga una y otra vez por Lawstein, hasta que llega a hacerse una idea fidedigna de lo que le pasó y de la responsabilidad que Orbiac tiene en todo ello. Por fin, un día, se produce el desenlace. Echenoz cita a Orbiac en el cine. Se reúnen en la cabina de proyección y allí, en un momento de la conversación, exasperado Echenoz por el cinismo de su amigo, le da muerte con un viejo revolver de la guerra de Argelia. La novela concluye con la visita del narrador al chalé de Orbiac, azotado por los vientos, en la costa, donde todavía reside, mientras logra venderlo, la viuda de Orbiac…
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