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De Profundis
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por Pedro Jorge Romero
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Esta antología parece no estar muy bien definida. Dice ser una antología de literatura fantástica, pero le hace muy flaco favor al fantástico incluyendo entre sus páginas a autores que no se lo merecen mientras ignora a otros más destacados. Este aspecto es tan evidente, que el editor, Luis García Prado, invierte parte de su breve introducción en justificar, con argumentos cada vez más endebles, la ausencia de esos autores. Por otra parte, pretende ser una antología crítica "sería y más profunda de lo que es habitual en el mundillo de los aficionados" pero en lugar de piezas críticas sobre las obras, se nos ofrecen perfiles de autor extremadamente mecánicos (parecen escritos con una plantilla, dando alternativamente una de cal y otra de arena, creyendo que escribir un ensayo crítico es ser capaz de decir algo negativo de cualquier autor después de haber dicho algo positivo), en el mejor de los casos informativos (en el peor, como en el caso de Carlos F. Castrosín, irritantes) y que poco aportan a la comprensión del cuento recién leído. De hecho, si se hubiese querido hacer un volumen crítico en condiciones, hubiese sido mejor pedir comentarios expresamente escritos para la ocasión, y de haber querido realizar una antología del fantástico, hubiese sido mejor dedicar el espacio de las notas a incluir más cuentos.
Los dos mejores cuentos de la antología son "María Calaveras" de Félix J. Palma y "Los Viejos Días De La Contracultura" de Carlos F. Castrosín. Lo que destaca especialmente de estos dos cuentos es que se trata de dos autores capaces de emplear el estilo denso que ahora está tan de moda dentro del fantástico (por cierto, ya no existe la fantasía ni la ciencia ficción, sino el término más políticamente correcto del "fantástico") con total maestría y para su fin último: ayudar a contar una historia y crear ambiente. Donde la sucesión de adjetivos y adverbios se convierte en otros autores (por desgracia, también presentes en la antología) en una masa difícil de desentrañar, en el caso de Palma y Castrosín se convierte en un elemento imprescindible para la historia, y sin el cual ésta no tendría sentido. "María Calaveras" cuenta una historia de bandoleros enfrentados a un mujer con el extraño poder de ver la calavera de una persona cuándo esa persona está a punto de morir. Gran parte de la gracia del cuento proviene de su estilo, exacto, burlón y con su punto de ironía, que consigue convertir una anécdota en una historia completa. Con respecto a este cuento, es cuando el formato de la antología se viene abajo. El comentario, escrito por Ramón Muñoz, no es más que una sucesión de vaguedades sin demasiado interés sobre su autor, que no aportan nada a la compresión del texto y que se pierde, como en todos los casos, más en lo detalles bibliográficos que en los literarios. Mientras tanto, "Los Viejos Días De La Contracultura" es un estudio en el ambiente opresivo y obsesivo que tanto gusta a Castrosín. Se trata simultáneamente de la historia de una conspiración terrorista, de la obsesión de un artista del vidrio y de la omnipresencia de una catedral. Como siempre, en toda la obra de Castrosín, es más importante lo que se deja intuir que lo que se dice explícitamente. En cuanto al comentario firmado por Juan Manuel Santiago, no dice ni aporta absolutamente nada a lo comprensión del autor, caso particularmente irritante porque Carlos F. Castrosín se merece un análisis en profundidad.
En la escala de calidad, siguen los cuentos "El Ayudante De Piranesi" de Armando Boix y "Un Candado Para La Caja De Pandora" de Daniel Mares. El cuento de Boix es una historia de terror, contada con la gran elegancia que le caracteriza y salpicada con la erudición de una persona que ha investigado el tema del que trata. Si algo impide que el cuento obtenga el nivel que merece es su final, que convierte una historia fascinante en un chiste. Contrariamente, el comentario firmado por Juan Manuel Santiago posiblemente sea el mejor del volumen; ajustado y bien desarrollado. "Un Candado Para La Caja De Pandora" es una interesante historia sobre personas que deben sufrir para evitar que otras sufran. Los diálogos están francamente logrados y el desarrollo de la historia (exceptuando un par de momento en que decae) tiene muy buen ritmo. Quizá lo que más falle sea la historia de amor, que nunca llega a estar a la altura de la protagonista. Pero, el final, que redefine todo el cuento, justifica su inclusión en el volumen. Eso sí, el comentario al referirse al cuento, se las arregla para leerlo de la forma más superficial posible, aparentemente sin tener en cuenta para nada su final. ¿Realmente hace la protagonista lo correcto? ¿No ha hecho en realidad lo más fácil? ¿Qué tipo de comentario crítico es aquel que ofrece una visión de la historia más simple que aquella que la propia historia ofrece en su último párrafo?
Los peores cuentos de la antología son "Seda Y Plata" de Eduardo Vaquerizo, y "Ojos De Alacrán", de León Arsenal. Juzgando por esos cuentos, ninguno de los dos autores merece aparecer en esta antología. "Seda Y Plata", posiblemente el mejor de los dos, usa un estilo rebuscado y pesado para contar una historia tópica y típica de vampiros (que, por supuesto, el comentario define como "un relato modélico de vampiros, narrado con un ritmo firme y preciso, inusual dentro del terror español contemporáneo", que sólo puede entenderse si la falta de ritmo se considera tener ritmo firme) que sólo gana con respecto a las novelas de Anne Rice en que tiene menos páginas. Además, al cuento se le hace el flaco favor de colocar a continuación "María Calaveras", narración escrita por un autor que sí sabe usar ese tipo de estilo con toda eficacia. En el comentario, de Juan Manuel Santiago, es particularmente hiriente la comparación de la novela corta El lanzador de Eduardo Vaquerizo con Boris Vian. Es difícil justificar con cualquier criterio la inclusión de "Ojos De Alacrán" en esta antología. Se trata de un mal cuento, sin la más mínima gracia, contado con un diálogo torpe en el que los personajes se dicen cosas que ya saben (compárese con el mejor uso de los diálogos en el cuento de Mares), que intenta crear ambiente repitiendo mucho palabras como "extraño" y cuya conclusión uno de los personajes debe soltar a la cara del lector porque el autor no tiene la habilidad suficiente para dejarla clara. Se trata, en suma, más del esquema de un cuento que de una obra final y bien hilvanada, una especie de lección en cómo no escribir un relato de ciencia ficción. Juzgado por él, León Arsenal es un autor mediocre, y todo lo positivo que se dice sobre su obra en el comentario, de Ramón Muñoz, suena más a hagiografía que a análisis crítico.
En condiciones normales, y juzgando sólo los cuentos, esta antología merecería un tres o un tres y medio. Después de todo, contiene cuatro buenas narraciones de seis, y la dos realmente malas ocupan poco espacio. Pero es más difícil justificar los comentarios torpes y superficiales que acompañan a los relatos y el espacio que ocupan (hubiese sido mucho más interesante, ya puestos, comparar unos cuentos con otros). Como la antología se define como "crítica", y teniendo en cuenta la debilidad de ese elemento, el juicio debe ser más negativo.
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