|
| Cazadores de cuerpos
|
| por David Yagüe
|
|
Las prácticas poco éticas de la industria farmacéutica (como otras muchas igual de vitales que ella) es un rumor que ronda siempre ahí pero que pocas veces llega a calar, ya sea porque nos pille lejos (ya sea temporalmente o geográficamente) o porque llega en ocasiones de forma vaga y con acusaciones poco probadas. Pero es algo que perdura y uno no deja de preguntarse si la mala prensa del sector farmacéutico, que dicho sea de paso, salva tantas vidas, es realmente merecida o es poco más que un correoso sambenito.
Por ello, era tan necesario este documento cargado de argumentos titulado CAZADORES DE CUERPOS. La experimentación farmacéutica con los pobres del mundo, firmado por la combativa periodista norteamericana Sonia Shah. Necesario porque documenta, explica y argumenta con múltiples referencias y datos esta mala prensa centrada en una gran afirmación: esta industria prueba en los habitantes de los lugares más pobres, y con peor cobertura médica, los medicamentos que curarán a los habitantes del primer mundo.
Desde luego, hay que olvidarse de tópicos y posturas absolutas y admitir que es un debate complejo. Para llevar a la gran masa de pacientes enfermos del mundo hay que experimentar con humanos. Es lógico, aunque esta aseveración tenga algo de terrible, de dramático. Sin embargo, estas prácticas necesarias deben estar regidas por una normativa que provea a esos sujetos de experimentación de unos derechos que a ojos de los investigadores los siga manteniendo con seres humanos. Y no hay que dudar: parece ser que hoy en día, el primer mundo ha blindado a los ciudadanos que vayan a convertirse en cobayas humanas.
Sin embargo, los investigadores, las industrias y empresas de ese sector han decidido tomar, en muchas ocasiones, el camino fácil y barato que lleva a realizar sus experimentos en el tercer mundo. Es más barato, las legislaciones en este campo suelen ser inexistentes en muchos de estos países y hay miles de enfermos más que dispuestos a recibir un tratamiento gratuito. Sus derechos quedan en muchas ocasiones, según relata Sonia Shah, difusamente cubiertos por amorfos postulados generales que de poco valen con sujetos con escasísima formación y mucha necesidad. Así pues sufrirán esas pruebas que les salvarán (a los afortunados) o que les empeorarán, o que incluso morirán, para testar unos medicamentos que casi seguro jamás llegarán a ayudar ni a él ni a sus vecinos.
No es este el único tipo de casos que describe Shah en su libro pero sí el más habitual. Su descripción, histórica y contemporánea, de los experimentos farmacéuticos es dura de leer: por su minuciosidad, por su exactitud y por su reveladora crudeza que nos introduce en un debate oculto entre ética, negocio y sanidad, que prueba no sólo la habitual tensión entre moral y progreso científico, sino también el gran interrogante sobre si industrias tan vitales para la supervivencia, como la médica o la alimentaria pueden estar controlados por empresas que únicamente piensan en el beneficio económico.
Una lectura recomendable para la reflexión y el debate y un documento periodístico de primer orden, armado para abrir los ojos al público sobre una “guerra” injusta y trágica que se lucha lejos de la opinión pública.
|
|
