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| Cartas Del Norte
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| por Irene Rodríguez Aseijas
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¿Todo lector lleva dentro un crítico? ¿Todo escritor acaba refugiándose en los textos de otros para reconocerse? En el caso de Luis García la respuesta perece evidente. Sus Cartas Del Norte, escritas con la pulcritud devota de un hombre que degusta la literatura y ha bebido del cine con pasión desde la adolescencia, se van sucediendo como si no cupiera esperarse otra cosa…
Desde consideraciones éticas hasta reflexiones estéticas, Luis se confiesa ante si mismo y ante el lector, desnudando sus pasión lectora, compartiendo imágenes, emociones y desengaños que van íntimamente ligados a su educación sentimental y, muy probablemente, también a la nuestra. La originalidad de su ejercicio radica (en mi opinión) en esa vocación sincera por desmarcarse de la crítica al uso, porque más que descuartizar una novela ajena, lo que Luis parece querer mostrarnos, es la certeza misma de que existe en los libros un universo real de eternas posibilidades que podemos disfrutar si corremos el riesgo de dejarnos arrastrar por sus páginas. Tim Burton, Pessoa, o Marguerite Yourcenar van desfilando así en una serie de breves reseñas que contienen, cada una, una dosis de devoción y honestidad.
Hay en estas Cartas Del Norte que, como apunta José Luna Borge en el prólogo, no responden sino a una vocación didáctica profunda, un gusto por hacer llegar a otras muchas más almas el estremecimiento que se produce en nuestro cerebro cunado topamos de golpe y por sorpresa con un párrafo tan perfectamente cortado que nos secciona el alma. Nada más que eso, y nada menos.
Luis nos deja su criterio sin guiar el nuestro. En plena libertad, limitándose a llevarnos de a mano hasta un cierto tramo del camino. El resto es el camino inexplorado, y Luis es entonces dónde se desmarca silencioso… porque debe ser nuestro.
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