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portada Venezuela: Horizonte Democrático En El Siglo XXI
Ficha del Libro:

Título: Venezuela: Horizonte Democrático En El Siglo XXI    comprar
Autor: Robinson Salazar & Eduardo Sandoval & Alexis Romero
Editorial: LibrosEnRed
I.S.B.N.-10: 9875610607
I.S.B.N.-13: 9789875610606
Nº P´gs: 465


Venezuela: Horizonte Democrático En El Siglo XXI
por Marcela Galeano

  Venezuela es uno de los países más convulsionado de América Latina, su intensa actividad no es exclusiva de la política, sino que navegan en las aguas nacionales nuevas prácticas políticas de sujetos que se revelan contra el orden que perduró durante décadas; también existen actos propios de la prepolítica, como venganzas, atentados y ejercicio de la justicia al margen de las instituciones y de la ley; no dejan de faltar los actores auto invitados en la política, los medios de comunicación, las entidades empresariales y sindicales asumiendo el rol de partidos políticos y el ingrediente que le suma el gobierno con su actuación mantenerse en permanente campaña ante los acotamientos que le hacen a su administración la oposición irascible que no tolera los actos de gobierno y le apuesta a la salida traumática de la renuncia o deposición del presidente, sin importarle el costo institucional y político para el país.

El primer signo que se anuncia en este cuadro desgarrador y polarizado es la Intolerancia en todos los segmentos sociales; anular, descalificar, no reconocer al otro y acudir a la violencia cuando no se impone el pensamiento único, son los síntomas de debilidad y riesgo que tiene la democracia venezolana.

Indudablemente que todo fenómeno tiene una causa, algunas de las veces multifactorial, y la crisis en el país bolivariano deviene de varios afluentes, siendo las más notorias la revelación de una falsa idea de la estabilidad política que presumían las élites políticas del país, lo cual nunca existió, puesto que la imagen que se vendió de Venezuela tenía como zócalo grandes segmentos sociales que vivían en la miseria, sobrevivían de las migajas del sistema y daban soporte a la economía desde su condición de miserables y de sujetos sin derechos. Eras los de abajo, los que no tenían voz ni capacidad decisional reconocida por el Estado.

En este submundo, la violencia se apoderó del subconsciente colectivo, tanto la que aplicaban los organismos represores del gobierno como la ejercida por los sujetos sin derechos de manera intragrupal e interactoral, era tierra sin control y de libre arbitrio. La sociedad escondida entre los muros de la miseria que no se dejaba ver por las pletóricas piezas discusivas de la riqueza petrolera, que bajo su color ennegrecido estaban los sujetos que carecían de esperanzas y vivían en un perpetuo presente.

El mundo de la ficción fue agotándose, dado que fue figurado por afuera y por dentro. Por el exterior, la competitividad internacional que impone el mercado, prioriza zonas estratégicas, exige aperturas para las inversiones foráneas, compite con nuevas tecnologías, lubrica los conductos políticos, fundamentalmente para desterrar a los enclaves actorales que no les sirven para sus intereses inversionistas o alianzas comerciales, limita la corrupción de los agentes políticos para ejercerla los empresarios, presionan para limitar la cobertura de las políticas públicas y acotan al estado de tal manera que su función sea la de mero administrador público, sin incidencia en la sociedad ni la economía.

Un Estado acostumbrado a vivir de la corrupción, conectado a correas de transmisión que le alimentaban con votos en los procesos electorales para legitimarlo temporalmente y ligado a grupos de empresarios que evadían impuestos y utilizaban al ente público para resolver sus necesidades, no se dio cuenta que el escenario internacional había cambiado y cuando ello sucedió, ya era tarde, la crisis requería una atención mayor de cobertura amplia y profunda, un golpe de timón.

Internamente las tensiones eran mayores, la pobreza desbordaba las fronteras rurales y ya reinaba en las ciudades; el segmento de la clase media se debilitaba, la violencia iba ganando terreno, no solo la del crimen organizado, sino la urbana, el índice de delitos se incrementaba y la polarización social era cada vez mas pronunciada, exigían servicios públicos, escuelas, hospitales y trabajo, el Estado se encontraba agotado y sin recursos, ya la agonía del sistema político entraba en su fase terminal, necesitaba el cambio.

Todo cambio para posicionarse libera fuerzas atadas por muchos años, también desanuda pasiones e incentiva el miedo, dado que el horizonte de la certidumbre no está comprado de antemano, sino que se construye colectivamente y con sujetos comprometidos en el proceso, por ello el temor es propio de las personas que no viven el proceso y no quieren arriesgar nada, por lo cual deciden quedarse quietos y esperando que la garanticen que todo cambia pero nada le perjudica.

Gran parte de la sociedad venezolana se inscribe en este cuadro social, lo que hace que porten un imaginario volátil, voluble y en función de lo que dicen los medios de comunicación. Los medios tradicionalmente han estado ligado a grupos de poder, llámese COPEI, ADECO u otra organización, ya que su función fue la de avalar los gobiernos, construir mediáticamente legitimidad y vender una idea del ciudadano venezolano, rico, derrochador y con recursos para vivir por muchos años en la abundancia.

Al desconectar los medios y a los grupos del poder tradicional del manejo discrecional que hacían del Estado, los recursos escasearon, las arcas redijeron sus cantidades atesoradas y la confrontación se desató contra el nuevo gobierno.

Algo digno de destacar es que en esta sociedad contemporánea del Siglo XXI, los medios juegan un papel primordial en la opinión pública y en la construcción de ciudadanía, al lado de las universidades y otras instituciones educativas, pero por la fragmentación social que vivimos, la apatía por la política y le pérdidas de los centros de las lealtades, los medios y sus mensajes inatajables son los más eficaces y lo que mayor incidencia tienen en los ciudadanos.

Otro factor que es afluente de la crisis la debilidad institucional del país, cuyos soportes no fueron construidos para dotar de credibilidad ciudadana el sistema, sino para mostrar al exterior una vitrina distinta de lo que se vivía en el país, porque al interior no se reconocían los liderazgos locales ni regionales, la centralización administrativa era y sigue siendo, férrea, la participación ciudadana achatada, los canales de comunicación entre las regiones y el centro obstruido y la poca comunicación que Existió se daba para impartir una orden y no para recibir sugerencia o demanda; los sujetos reconocidos eran los ligado al poder y al consumo y lo demás era la plena y ancha desciudadanización.

Iglesia, Estado, empresas, partidos políticos y sindicatos eran los pilares institucionales, pero no dotaban de sentido ni orientaban los comportamientos o acciones colectivas, la política se encontraba fuera de orden y el caos era controlado por la represión, manifiesta o latente.

Intolerancia, corrupción, inequidad, injusticia, desciudadanización, represión y violencia es un cuadro de riesgos, así se encontraba y aun vive Venezuela, lo cual indica que el peligro del quiebre institucional y el recrudecimiento de la violencia no está ausente, se mantiene latente y en transito manifiesto si los actores en conflictos no encauzan sus diferencias hacia un dialogo nacional, de lo contrario, el espectro político se torna mas complejo y las fuerzas intervencionistas foráneas justificaran sus acciones en pro de la mal argumentada guerra contra el terrorismo.

La crisis tiene una naturaleza social y política, más no un tinte pro cubano ni de cambio hacia el socialismo, estos dos últimos están descartados. Lo que sí esta demostrado es el agotamiento del modelo político que no funciona para las exigencias y necesidades de la sociedad venezolana contemporánea, los partidos políticos tienen una estructura organizacional piramidal, excluyente de la participación ciudadana y con mandato vertical que no encaja con las aspiraciones de los nuevos actores y los reclamos democratizadores de la sociedad. Las instituciones están avaladas por decretos jurídicos y sustentados por la fuerza o la coerción, más no legitimadas por la ciudadanía.

Los medios de comunicación han abandonado su tarea de informar y dotar a la sociedad de un sentido sobre lo que acontece y puede suceder en el presente y el futuro, para pasar a desempeñarse como instituciones políticas que distorsionan los hechos, proveen de amargura, intolerancia y irritación a la ciudadanía, orientándola a que se constituyan en individuos aislados, conflictivos y sin intenciones de tejer hilos asociativos, lo que más tarde va a dejar un salgo negativo, porque la urdimbre social quedará rota y los campos sociales de la solidaridad, la socialización, el intercambio de experiencias y saberes no va irrigar el denso tejido por estar atrofiados y fragmentada la sociedad.

El discurso predominante es de no reconocimiento del otro, tanto de parte del gobierno como de la oposición, predominando el pensamiento único, propio del imaginario de una sociedad homogénea, caso que no corresponde a la multiculturalidad y pluralidad venezolana; mientras el discurso político no admita que es otro s indispensable para el diálogo y la construcción democrática, el proyecto de nación se diluye, el estado se atrofia, la ciudadanía no se constituye como cuerpo orgánico y autonómico y la crisis se profundiza.

Tal parece que los venezolanos no están preparados para atender un espectro político complejo y crítico, porque las anteriores situaciones de desequilibrio las resolvieron por la vía de la exclusión o la represión, hoy que la exigencia prioritaria es el diálogo, se dan cuenta que ese recurso no lo han desarrollado, menos en un espacio público y heterogéneo.

La oposición debe entender que el arribo de Hugo Chávez a la presidencia y las siete elecciones ganadas es el mejor cuadro sintomatológico que les avisa que algo nuevo debe hacerse para que los partidos políticos se reposicionen en el espacio público y ante la ciudadanía; la ciudadanía debe levantar las antenas y captar el mensaje que si EE.UU. opina y actúa contra el gobierno de Chávez, es porque no le ha dejado todo el campo para maniobrar y privatizar los recursos petroleros, energía, aguas, hierros y otros minerales; el gobierno debe estar alerta que si hay protestas y descontento, la solución no es por la vía de la represión ni la famosa frase “Ni los oigo ni los veo”, sino que debe orientar su mandato a un diálogo nacional conciliador y firmar un pacto de gobernabilidad; y los medios deben abandonar el rol de agitadores políticos y centrar su acciones en la información y en fortalecer el cuerpo orgánico de la ciudadanía con programas argumentados, de opinión pública, educativos y responsables con el proyecto de democracia futura y, por último, los empresarios, no son los mejores políticos ni portan un modelo de sociedad en su imaginario, para ellos sólo existen consumidores y dinero, pero la sociedad es más que eso, así que dejen la política a las organizaciones creadas para ese cometido y no invadan terrenos que de seguir llevándolo a cabo están fomentado que otros agentes políticos invadan sus terrenos o campo de acción.

De los militares ya no hay mucho de que hablar, sus tiempos se agotaron y en todo América Latina está confinados y supeditados al poder civil, intentar revivir épocas de dictaduras y salidas golpistas no es congruente con los vientos que soplan por toda América Latina.

Quien si está al acecho de la crisis el la administración Bush, puesto que conectar conflictivamente el Plan Colombia con la crisis de Venezuela le reditúa grandes ganancias militares, económicas y empresariales, ahí hay una debilidad para los venezolanos y una fortaleza para las fuerzas intervencionistas.

Son muchos los riesgos, también los desafíos que tienen los venezolanos y la democracia de ese país, por ello, ante el vacío analítico y la ausencia de una reflexión serena, hemos invitado a varios investigadores de las Ciencias Sociales y Políticas para que examinen el proceso que vive la democracia en el país Bolivariano.

La Red de Investigadores por la Democracia y Autonomía de los Pueblos, la Colección Insumisos Latinoamericanos y la Sociedad Zuliana de Sociología se dio a la tarea de convocar y dirigir el proyecto colectivo que esta en sus manos en forma de libro.

Son ensayos elaborados para dar respuestas, construir escenarios, elaborar tendencias y otear lo que pasa y puede suceder en el corto y mediano plazo en Venezuela.

Enhorabuena el texto y que sea la obertura para un debate rico en argumentos, incentivador para las ciencias sociales y antesala de nuevas elaboraciones teóricas acerca la democracia en América Latina y en particular para Venezuela.

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