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| Olor a lluvia
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| por Ignacio Segurado
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En OLOR A LLUVIA se dan cita, en un cóctel extraño y ligeramente verosímil, la extravagancia espiritualista, el costumbrismo marinero a lo Aldecoa y la frustración periodística.
La historia es la que sigue: como expiación de una metedura de pata profesional, una periodista de mediana edad es desterrada a escribir un reportaje sobre un pintoresco mural apocalíptico que ha encendido la paranoia entre los habitantes de una pequeña aldea costera, su aldea natal, de la que guarda un rencor hondo y que abandonó en circunstancias poco decorosas. Una vez allí, la protagonista de la historia se verá envuelta en un círculo pegajoso de oscuros conflictos familiares, recalcitrantes estigmas sociales y cicatrices sentimentales aún demasiado tiernas.
La primera novela de Elena Montesinos, periodista y documentalista, es al mismo tiempo la reflexión teñida de pesimismo de las servidumbres del reportero y la narración íntima de la combustión interna de una mujer enfrentada a un pasado tortuoso y a un presente inamovible y rutinario. Dos planos, el profesional y el personal, que interactúan y se complementan gracias a una narración que alterna la tercera persona y los monólogos interiores ágiles y sinceros.
Una lectura posible de OLOR A LLUVIA incidiría en el antagonismo entre el pensamiento mágico y los hechos demostrables. De los segundos, como ya hemos comentado, se encarga la protagonista de la historia; del primero, en cambio, lo hace una vidente bondadosa que llega al pueblo para desentrañar el supuesto misterio del fresco de la discordia aplicando su propia receta: un repertorio de exorcismos, visiones y lectura de manos. La naturalidad con la que en la narración se incorpora a este personaje y sus extravagantes métodos parece difícilmente justificable en una obra que no deja de ser un relato realista duro y seco.
Es una mala noticia que el dualismo -punto de vista según el cual las mentes están compuestas de un sustrato no físico y misterioso-, obsoleto ya para la ciencia, continúe contaminando y haciendo de las suyas en la literatura. Frente a este tipo de regurgitaciones premodernas (a nadie se le ocurría escribir hoy como si la tierra fuera plana, ¿o sí?), quizá sea hermoso reivindicar la tasación puramente humana, tan contradictoria y limitada como la vida. Algo que, por otro lado, esta novela hace muy bien.
Fuente: BEST SELLER ESPAÑOL - Comentario cedido.
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