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| Nos Espera La Noche
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| por Antonio Ruiz Vega
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Estamos ante una saga intemporal que tiene el regusto de las eddas escandinavas o del Beowulf sajón, es decir, plenamente germánico, nórdico. Un mundo frío, poco soleado, allá en el Septentrión. Y dentro de un paraje que imaginamos sempiternamente nevado, con bandadas de lobos pululando por los bosques de coníferas, una serie de apellidos y por lo tanto de familias llevan a cabo sus estrategias. A veces de enfrentamiento, de venganza de viejas rencillas, otras de alianzas entre clanes.
El elemento sobrenatural, magicista, también aflora, por lo que, como se va viendo, estamos ante un mundo mítico, soñado, no lejano al de Tolkien, por ejemplo.
Pero junto a esta bruma nórdica (hay incluso un personaje que se llama, algo impropiamente, Ragnarok, lo que equivale, en nuestra cultura judeocristiana a que alguien se llame “Apocalípsis” o “Parusía”, en fin, no muy propio, aunque tenga una bonita sonoridad), encontramos muchas referencias rurales que pueden ser perfectamente del pasado inmediato, del agro español de nuestros padres o como mucho nuestros abuelos. Y aparecen topónimos reales, españoles, como el galáico Catoira, etc.
Pero el conjunto está unificado por la grisalla de esa neblina y esa atemporalidad que sólo chirría aquí y allá (cuando aparecen autobuses, etc.).
Hablábamos de Tolkien, pero no deberíamos ir tan lejos. Teniendo como tenemos un mundo muy parecido aquí cerca, la "Tagen Ata" de nuestro querido Méndez Ferrín (aunque aquí, como en toda la obra de Ferrín hay un compromiso social, político y nacionalista), o las cosmogonías inventadas de Cunqueiro ("Crónicas Del Sochantre", "Vida Y Fugas De Fanto Fantini"), y hasta el reciente "Aramanoth" de la Matute… E incluso de ese libro atípico dentro de la narrativa de su autor, que es “La Saga-fuga De JB”, de Torrente Ballester.
El conjunto es algo irregular, pero a mí me convence.
Es evidente que la autora ha estudiado el mundo de las sagas porque asimila aquí su estructura narrativa, con sus seriaciones, repeticiones, etc.
Hay todo un mundo por explorar en nuestro pasado indoeuropeo. Las sucesivas arianizaciones de las que hablaba Ortega. La última, la gótica, improntó fuertemente los cantares de gesta, el Mío Cid, plagado de mitologemas germánicos, pero sobre todo el cantar de los Siete Infantes de Lara, tan hermanado a la saga de Sigfrido.
Un experimento narrativo como este en el que se ha embarcado Espido Freire, a nada que se hubiera descuidado el estilo estaría en peligro caer en la estética del videojuego o el pastiche hollywodiense. Si se está lejos de eso es debido a la solidez narrativa, sin fisuras, al tono mantenido, que no decae ni por un momento y al interés de la trama, que alude sin duda a resortes anclados en nuestro Inconsciente Colectivo. Mantener el tono, la credibilidad, en una historia, o colección de historias, que apenas tiene apoyatura real es muy difícil, conservando a la vez la atención del lector, pero la autora consigue ambas cosas.
Un mundo que no por deliberadamente exótico deja de sernos extrañamente familiar. Es en desarrollar esta paradoja, uniendo lo remoto con lo cotidiano, en lo que aquí se emplea la Freire
En el fondo los viejos temas de siempre: el odio, el amor, la venganza, el olvido.
Hacerles hablar en nuevas claves que a la vez son muy viejos registros, ése el el mérito de "Nos Espera La Noche".
Pese a las referencias que le hemos buscado, lo cierto es que una novela como esta es bastante insólita en el panorama, bastante casposo, de la narrativa española actual, y como tal hay que reconocerlo. |
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