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| Memorias De Un Preso
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| por Francisco J. Vázquez
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Sucedió en 1993. Recuerdo que era un 28 de diciembre, uno de esos días en los que uno espera ser más listo que los amigos (obviamente también más que los medios de comunicación) y localizar qué bromas intentan gastarte. Porque el Día de los Inocentes todos intentan colarte una estupidez y que piques. Pero ese 28 picamos todos.
Era la hora de las noticias y estábamos terminando de comer las sobras de lo que en esas fechas pululaba por casa (eran fechas navideñas, fechas por tanto de excesos y se aprovecha todo). En un momento determinado saltó la noticia de que el Banco de España había decidido intervenir Banesto y que todo el Consejo de Administración había sido cesado. Mario Conde ocupaba todas las cadenas. Y por una vez, Gobierno y oposición estaban de acuerdo en algo… Claro, fue una noticia que no se creyó nadie.
Pero el 29 de diciembre no se hablaba de otra cosa, y ahí todos entendimos que la broma no era tal, que lo que había sucedido era grave. Mario Conde, una de las figuras más importante de la década de los 80 y principio de los 90, figura respetada y eminente hombre de negocios con éxito, acababa de ser expulsado de la entidad en la que había fundamentado gran parte de su imperio económico y referencia personal. Atrás quedaban años en los que su figura era la más respetada, la más envidiada, la más buscada por medios de comunicación, económicos o del corazón… Su look moderno, su pelo engominado y con un peinado siempre perfecto, con traje de chaqueta, corbata y porte de gran distinción, había sido el icono de referencia de una generación que veía que el dinero y el poder iban de la mano del glamour y la elegancia. Pero todo acaba, y la figura de Mario Conde entró en declive.
Casi un año después, el 23 de diciembre de 1994, el ex-banquero, uno de los hombres más poderoso de este país, entraba en la prisión de Alcalá Meco como preso preventivo. Durante ese tiempo su nombre y su persona ocuparon decenas de páginas en periódicos, cientos de horas de tertulia en radio y miles de imágenes en televisión. Todo el mundo hablaba de él, y aquel que un día fue el hombre más envidiado se convirtió, de la noche a la mañana, en el más odiado. Nadie salía en su defensa. Meses atrás muchos se hubiesen rasgado las vestiduras por no mancillar su nombre; ahora, desposeído del halo divino que da el poder y el dinero, los que antes se arremolinaban a su alrededor desaparecieron como por arte de magia. Tuvo fieles, por supuesto, pero se encontró solo. Nadie salvo su familia lo apoyó. Y nadie, hasta hoy, hasta la salida de su libro, ha sabido el camino (calvario para unos, justicia para otros) que siguió su figura desde el mismo momento en el que cruzó las puertas de la prisión.
Memorias de un preso es una obra escrita en primera persona donde Mario Conde hace acopio de memoria y pasado y nos cuenta, con un detalle que sobrecoge, cómo alguien que lo tuvo todo se ve de pronto inmerso en una celda de dimensiones escasas, con menos posesiones aún de las que caben en una maleta, y siendo un personaje al que apuntar con el dedo desde fuera de los muros.
Conde cuenta, con pelos y señales, los procesos previos a su ingreso en prisión. Desde los rumores que apuntaban a una querella contra él a los desplantes de amigos y conocidos, pasando por conversaciones familiares, trances personales o encuentros judiciales.
Se desprende de la obra, y siempre a criterio del autor, que todo fue una maniobra político-económica para quitarle de en medio de la vida pública, de la vida política y de la vida económica de España… Alega que todo fue orquestado desde las más altas esferas de poder, y no deja de dar nombres de aquéllos a los que considera responsables de ese supuesto complot mediático contra su persona.
Decir que Memorias de un preso me ha sorprendido es decir poco. Siendo sincero he de confesar que nunca me había interesado lo más mínimo la vida de Mario Conde, y mucho menos creía que iba a hacerlo a estas alturas. Sin embargo, he descubierto otra versión de la “historia del ex-banquero” a la que yo tenía (por recuerdos, por conversaciones, por suposiciones o divagaciones). Una en la que los jueces, los políticos, muchos periodistas y otros personajes de poder no salen del todo bien parados. Aunque esta otra historia, claro está, es una visión personal de un hombre que de tentar la gloria con sus dedos cayó en un verdadero infierno… Nunca está demás conocer las dos orillas de un río.
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