|
Los Días Gemelos
|
por Lydia Rodríguez
|
|
Ana Merino (Madrid, 1971) es una joven escritora que cuenta ya en su haber con varios poemarios que la avalan como una de las escritoras más originales e interesantes dentro del actual panorama poético. Su primer libro, titulado "Preparativos Para Un Viaje!, ganó el premio Adonais 1994. A esta primera obra le siguieron otros títulos como "Los Días Gemelos" (1997) –que aquí reseñamos-, "La Voz De Los Relojes" (2000) y "Juegos De Niños" (2003), I Premio Fray Luis de León, publicados en la editorial Visor.
Su segunda entrega, "Los Días Gemelos", se divide en tres partes claramente diferenciadas -"Los Pasos De La Cordura", "La Pequeña América" y "Psicología De Las Cosas"- que se ocupan, respectivamente, de individuos, paisajes y cosas. Todos estos elementos se presentan desde una perspectiva contagiada por la tristeza, la soledad y la desolación que habita en la memoria.
Su escritura, como ella misma declara en el poema “Poética”, comienza "en el atardecer de los ojos cerrados (…) / Con el tiempo esparcido debajo de la mesa y las palabras huecas de las ensoñaciones".
El lector que se acerque a este poemario entrará directamente en el mundo de lo impreciso y de lo nuevo, donde lo racional no deja hueco para una voz sonora, tan solo hay espacio para el elocuente lenguaje que proporciona el silencio. Un poemario hondo, emotivo, que destila melancolía y tristeza, y que a menudo juega a alterar el orden lógico del universo, de la naturaleza, por ejemplo, al mostrar a las palomas portando en sus picos "pedazos de la ciudad muerta".
En definitiva, aquí los días se suceden casi gemelos y lo que se pretende es justamente lo contrario. Buceando en el fondo de estos versos, descubrimos el deseo de romper con ese círculo a fin de encontrar una nueva identidad e inaugurar una nueva vida, siguiendo quizá los pasos que imponen la cordura. Tal y como declara al principio del libro: "Aquí comienzan los días nuevos", días que arañan con su tristeza "pedazos de memoria", y provocan el miedo en la penumbra de las calles, calles en las que sobreviven hombres borrachos y ahogados por la tristeza, rincones imposibles de los que hay que huir sin apenas haberse despedido. |
|