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portada Las Cosas Como Fueron
Ficha del Libro:

Título: Las Cosas Como Fueron    comprar
Autor: Francisco Morales Nieva
Editorial: Sendoa
I.S.B.N.-10: 846700083X
I.S.B.N.-13: 9788467000832
Nº P´gs: 664


Las Cosas Como Fueron
por Antonio Ruiz Vega

Dibujante y figurinista, novelista, evidentemente dramaturgo, Francisco Nieva ha sido un intelectual atípico, como de otra época, dentro del panorama español. Su propia versatilidad, su independencia de criterio, el "venir de fuera", su halo parisino, la originalidad de su arte, fuera de las modas al uso, y una imagen transgesora, misteriosa, son algunas de las razones que le han llevado a una cierta marginalidad, y hay que decir cierta porque el reconocimiento le llegó hace tiempo, aunque con retraso.

No se siente, desde hace mucho, "un hombre de mi tiempo" e incluso no desdeña reconocer (pág. 19) soy un antiguo. Dice haber pasado como sobre ascuas sobre las grandes ideologías del siglo que "no forman parte alguna de mi vida anterior y casi no me determinaron en nada". Hete aquí otro "caballero inactual".

Como memorias, que es el subtítulo del libro, pertenecen a una modalidad que, según explica Goytisolo, tiene escasa tradición en el país. Son, como las suyas, a calzón quitado, y puesto a confesar atrocidades, va incluso más lejos. Cuesta imaginar con qué tipo de ética o moral puede compaginarse la conducta sentimental (y eso es un eufemismo) de Nieva. Y no me refiero a su bisexualidad, que ya pocas ronchas puede levantar, sobre todo si está teñida de añoranza y poesía, en su pasión por el joven Francesco Auffray, sino al uso meramente mercantilista y de moneda de cambio que hace de su sexualidad sobre todo en una época de su vida, especie de gigoló que usa el palmito para ascender socialmente. Fuera de la moral católica y bien pensante, también lo está de cualquier otra en la que podamos pensar, salvo alguna hecha a medida. Y en las antípodas de los usos del surrealismo en cuya estela se inscribe vagamente su obra. Incluso él confiesa una sensación de culpabilidad.

La expresión de tristeza de casi todas las fotografías, abundantes, que aparecen en este libro, hablan a las claras de un drama íntimo inocultable.

Volviendo a las comparaciones, estas memorias recuerdan bastante más a Mi vida secreta de Salvador Dalí que a ninguna otras, y con eso dejamos claro hasta qué punto carecen de punto de comparación en nuestro país. Huyendo de las falsas memorias de las que nos previene Goytisolo, Nieva no cae en la justificación a posteriori ni en el maquillaje de los aspectos más sórdidos de su biografía, por el contrario parece regodearse en ellos, incluso cuando no aportan nada al argumento central. Por ejemplo la descripción de las orgías gays a las que se libraban los hombres de negocios ingleses en el ferry que recorre el Canal y a las que se unió él en una ocasión...

El aura de decadencia y tristeza que embarga todo el libro es especialmente ominosa en algunos pasajes, como su estancia en Venecia, en un viejo palacio, que es ya puro Nosferatu... Allí es donde conoce a los beatnicks, Gregory Corso y Allen Ginsberg, aunque no parece que le impresionara mucho que digamos. El palacio que ocupa circunstancialmente había albergado antes al pintor Burri, el cual había pintado con blanco industrial los muebles del XVIII, que hubo que decapar laboriosamente. Allí conoció también a Wind Anderson, la amante de James Joyce.

Es difícil pasar revista, aunque sea someramente, a una vida tan larga y tan complicada. Desde los traumas infantiles y manchegos, a su especialísima relación con su madre, que le hizo su confidente sentimental.

Hemos enumerado al principio alguna de las cosas que hacen distinto a Nieva, y hemos olvidado su adscripción, aunque fuera circunstancial, al protestantismo, durante su etapa francesa, por influencia de su hermano. Su protestantismo le abrió algunas puertas en sus primeros años en Francia. Fue en aquel club hugonote donde conoce a M. Escande, que se convertiría en su esposa. Fue un matrimonio sin amor y que le sirvió a él para ascender socialmente, según reconoce.

Imposible describir ni someramente el cúmulo de experiencias y sucedidos. Pero el poso es, como digo, de tristeza, todo tiene como un aura siniestra y decadente. A lo mejor es de lo que se trataba.

 

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