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| La Tierra Permanece
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| por Marcos Reina
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Durante la lectura de este libro, al documentarme sobre el tema principal, he conseguido sin apenas esfuerzo varios artículos divulgativos en periódicos y dominicales de tirada nacional que versan sobre: epidemias mundiales, la más que posible destrucción de la civilización tal y como la conocemos hoy, el agotamiento de los recursos naturales de nuestro planeta, la guerra bacteriológica, y así todos. Teniendo en cuenta que la obra que nos ocupa se escribió en 1949, (año en el que George Orwell publicó su magnífico libro, también profético, "1984") recién acabada la 2ª Guerra Mundial, cuando el impacto de las bombas atómicas estaba muy presente en la sociedad, nos percatamos de que las preocupaciones de la civilización humana actual son muy parecidas a las de entonces. Incluso podríamos decir que una de las conclusiones principales de la actualidad y del libro es que la globalización y el progreso descontrolado son los agentes más negativos y perniciosos para el hombre y su supremacía sobre la Tierra. Como podemos comprobar, no solo se han confirmado esas tesis de mediados del siglo XX, sino que cada vez esta más cerca ese Gran Desastre que marca el desarrollo de nuestro protagonista y la historia que nos ocupa.
El libro podría definirse como una amplia reflexión científico-literaria que intenta dar respuestas plausibles a una gran pregunta: ¿de qué manera sobreviviría el hombre a su extinción casi total? O bien, ¿qué sería del mundo y sus criaturas sin el hombre?. Pero el aspecto puramente literario trasciende hacia un nivel distinto convirtiéndose en un gran libro de Historia, recomendable para universitarios con intención de entender el pasado no como un continuo devenir de sucesos sin conexión, sino más bien como una inmensa red de causas y consecuencias en los actos de los hombres, de juegos del azar y del destino, un ejercicio entre la antropología y la literatura.
Un ejemplo del interés que suscita esa gran pregunta en nuestra sociedad es el cine. Desde la gran pantalla se ha intentado reflejar algo parecido a la historia de Stewart (Matrix, Mad Max, Waterworld...) con diferente éxito económico y acierto argumental en cada caso. En el mundo literario también existen muchos ejemplos de obras consideradas dentro del heterogéneo genero llamado ficción científica, pero con la excepcionalidad de que la acción transcurre exclusivamente en nuestro mundo, aquí no hay espacio para naves espaciales ni hombrecillos verdes. Es más, lo importante del argumento no es tanto el ambiente apocalíptico de un mundo diezmado por una epidemia, como el comportamiento humano en situaciones extremas, tema universal que no tiene que estar ligado a ninguna fantasía futurista.
Tras una epidemia que ha esquilmado la población mundial, solo unos pocos han logrado sobrevivir, entre ellos está Isherwood Williams, geógrafo solitario que, tras ser envenenado por una serpiente, descubre el fin de la civilización al regresar a la ciudad. A partir de aquí será a través de sus ojos como veamos la situación en la que queda la Tierra y su evolución. En este gran viaje a la soledad del mundo, nuestro protagonista realiza un escrutinio a la Tierra sin el hombre. Es un libro antropocéntrico, basado en el hombre y en su desaparición y en este sentido se repasan temas como el ecologismo, el equilibrio de las especies, la familia, el instinto de supervivencia, la religión, la eutanasia, la pena de muerte, etcétera, todos ellos desde una óptica apocalíptica al principio hasta una visión esperanzada después. Cuando el protagonista decide establecerse en un lugar y formar una comunidad parece crear un tipo de sociedad que en 1949 podría considerarse el germen de lo que en los 60 se extenderá, tras el tamiz existencialista, por todo EEUU y en consecuencia por todo el mundo: el movimiento hippie. Es paradójico que esta sociedad nazca a orillas de la ciudad de San Francisco, el mismo decorado que sufrió el gran terremoto y en definitiva la cuna de los hippies.
La historia está articulada en tres partes con dos hemistiquios llamados años fugitivos, en los que parece que la historia pisa el acelerador al tiempo para describir este nuevo mundo sin hombres. Podemos ver como todo evoluciona sin la influencia humana. Las partes pueden identificarse con la estructura tradicional presentación-nudo-desenlace.
En cuanto al estilo narrativo, aparte de algunos problemas en la traducción, apreciamos cierta cursilería en algunos pasajes, sobre todo en los insertos en cursiva con los que el autor salpica la narración. Podría considerarse que el estilo está completamente al servicio de la historia. Cuando el autor comienza a elucubrar un futuro sin hombres, o mejor dicho con muy pocos hombres, se convierte en una especie de oráculo y la verdad es que no tiene opiniones muy descabelladas. Esto influye en el estilo ya que en algunos momentos puede parecer que leamos el libro de un futurólogo catastrofista. Con todo, el autor consigue ciertos aires poéticos de altura y la lectura resulta fácil y atractiva desde un principio. Podríamos utilizar ese extraño verbo que se utiliza en estos casos: el libro engancha.
Mientras el mundo se estremece hoy mismo, en pleno siglo XXI, con tenebrosas epidemias (ébola, VIH, gripe aviar, neumonía asiática... ya son muchas, quizás demasiadas como para no preocuparse) la lectura de un libro como éste nos proporciona variadas reflexiones, aunque la más inmediata es dejarse llevar por cierto estremecimiento ante la fragilidad del equilibrio que nos mantiene sobre la Tierra y lo poco que podemos hacer ante ella y la responsabilidad que tiene el hombre en el mantenimiento de ese equilibrio.
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