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La Soledad Del Guardaespaldas
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por Silvia Rodríguez
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Es ésta una obra teatral de difícil clasificación, ya que aparecen tanto escenas propias de un realismo total como de las propias del teatro del absurdo, en las que las situaciones más disparatadas se intercalan en un desarrollo de la trama más o menos normal. El lector, pues, podrá reaccionar al desconcierto o a la carcajada.
Y es que, aunque su argumento es sencillo, no lo es así mismo su desarrollo: un político ve invadido su "espacio vital" o, lo que es lo mismo, su apartamento, ante la aparición de un guardaespaldas asignado en contra de su voluntad. Pronto éste tomará a su cargo las decisiones tanto familiares como laborales y sociales de su protegido, llegándose a una relación ambigua entre ambos de amistad y rechazo.
Por otro lado, el espectador podrá valorar quién es en realidad el superior o el subordinado, y, si de verdad, un alto estatus social confiere a una persona mayor capacidad de raciocinio, o si por el contrario, esto es simplemente una idea preconcebida sin ningún fundamento.
El final es igualmente sorprendente ya que da una vuelta de tuerca a la obra, queda abierto e incluso parece que no pueda acabar nunca, ya que se va a establecer un cambio de roles continuo entre el político y el guardaespaldas, otro elemento a añadir para contribuir a la confusión.
El estilo puede recordar al del máximo representante del movimiento teatral llamado "teatro pánico", Fernando Arrabal, y esta indicado a los amantes del caos y del humor de lo absurdo.
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