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portada La Góndola Negra
Ficha del Libro:

Título: La Góndola Negra    comprar
Autor: Juan Campos Reina
Editorial: De Bolsillo
I.S.B.N.-10:
I.S.B.N.-13:
Nº P´gs: 190

- Comentario cedido por Los Libros Que He Leído

La Góndola Negra
por Antonio Ruiz Vega

El título de este libro alude nada menos que a la góndola que llevó el cadáver de Richard Wagner en su último viaje por los canales de Venecia. Se refiere también a un cuadro de Santiago Rusiñol (no sabemos si real), La Apoteosis de Ricardo Wagner que está entre el legado que Pepe Maruján lleva al cortijo en la primera parte de esta trilogía ('Un desierto de seda').

Es en este libro donde la saga se hace más cosmopolita y contemporánea. Cubre un amplio periodo que iría desde la segunda guerra mundial hasta los últimos años noventa del siglo pasado. Está narrado por un descendiente de la saga, Juan Maruján, un hombre enfermizo, que ha sufrido algo así como una metamorfósis debido a esta enfermedad y que, en su nuevo estado de ánimo, es contactado por una extraña fundación sevillana que, por mandato de José Flor, último heredero de la fortuna familiar, le pide que se incorpore como asesor a esta fundación.

José Flor, sobrino del mítico Juan, ha vivido casi toda su larga vida (1891-1999) fuera de España, todos creen que en la India, pero Juan acabará por descubrir que muchos años los pasó en Italia y que vivió allí una desoladora historia que es objeto de este libro.

En efecto, Blanca Maruján, hija de Gonzalo, hermano del fundador Juan y por lo tanto sobrina de este (que aparece en el primer volumen de la trilogía), casó con el francés Jean Paul Dufour y tuvo una hija llamada Sara Maier. Esta hija vivirá los horrores de la Segunda Guerra Mundial en un campo de concentración de donde sólo las gestiones denodadas de José Flor terminarán por liberarla en 1943. Pero Sara, traumatizada por lo que ha vivido, no desea sobrevivir y morirá poco después.

De todo esto y de muchas cosas más se irá enterando el narrador, Juan, a medida que investigue los fondos de la Fundación y viaje luego a Florencia y Venecia.

Poco a poco Juan va dándose cuenta del sentido de muchas cosas. De la Fundación, cuyos estatutos sibilinos le han hecho viajar a Sevilla y ponerse en contacto con una familiar lejana, Beatriz, de quien terminará enamorándose. De la vida de Juan, que no es la absurda de un bala perdida sino que, a medida que la conoce, va alcanzando sentido. Y de la suya propia, que ha tenido por malograda hasta no hace mucho.

La vida y hechos de Pepe Maruján, a la luz de documentos que encuentra de modo fortuito en su biblioteca (acompañados de un valioso rubí), su afán por acumular objetos valiosos que sólo ahora, casi un siglo después comienzan a cumplir alguna función, va haciéndose más y más luminosa. Es casi un objeto de funcionamiento simbólico como los que difundían los surrealistas, una especie de duchampiano Gran Verre, que sólo una vez completado y con la perspectiva necesaria va descubriendo su sentido.

El convocar a Juan, a Beatriz y a otras personas a mantener, gestionar y difundir el legado de Juan, José Flor, el último heredero se ha propuesto, entre otras cosas, hacer que se conozcan entre ellos, reunirlos en un espacio común, hacer que se empapen de una tradición familiar que de otro modo ni siquiera hubieran conocido.

Y cuanto más sabe de los períodos oscuros de su vida más se asombra Juan. Finalmente sabe que su antepasado viajó a Florencia sólo para conocer a Richard Wagner (quien, en ocasiones, se cruzaba en góndola con Verdi, sin que ambos se dignaran a saludarse). Sin embargo el mismo día que Pepe llega a Venecia lo primero que sabe es que el músico acaba de morir…Él que llegaba para solicitar el consejo artístico de quien creía el más grande creador del momento se topa con la muerte, con esa góndola negra que da título al libro… Y entonces decide que (pág 134): No daría la vida por el arte, sino al contrario. Se valdría del arte para construir su vida.

(Este es, sintetizando, el sentido de la vida de Pepe y de toda la trilogía).

También el libro es un canto de esperanza porque tras la huída de José Flor de España, una vez convencido de que en la España de Franco no había sitio para una burguesía ilustrada como la que él y su tío Juan propugnaban, sus últimas voluntades (la creación de la Fundación) aluden a una cierta confianza en las nuevas generaciones que podrán, quizá, reflotar la idea. Es evidente, por lo que sabemos (en el libro anterior) por lo sucedido a Don Carlitos, que la “otra España” les hubiera gustado tan poco como la que triunfó. Estamos, por lo tanto, aunque no se la miente, ante una idea de la Tercera España…

Una filosofía humanista:

Que la palma de la mano de un hombre encierra algo más duradero y misterioso que las organizaciones internacionales o los núcleos de poder. (pág. 117).

Y Juan va dándose cuenta de que cuando Pepe regresa a Sevilla haciéndose pasar por un “bon vivant entreverado de pícaro” (pág. 145), en realidad volvía para morir y para dejar al pueblo su legado. Como ciudadano de la nueva Europa, él era un hijo de la Ilustración.

Lo que Maruján encontró en Italia y se mantuvo un siglo en la oscuridad estaba destinado a ser la luz aislada de un renacimiento, y la Fundación, la vieja abadía que guardaba para el futuro el espíritu de una ciudad libre.

En su amor por Beatriz, que va creciendo a medida que profundiza en el sentido de la saga, hay también la esperanza de una nueva dinastía, de un Renacimiento. Juan, que era un hombre enfermo, se ha curado...
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