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| La Fiera Indomable
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| por Irene Gil
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Sarah Clark es una brillante estudiante de 14 años que, casi sin quererlo, se ve envuelta en una apasionante historia de amor con Daniel Carr, su profesor de literatura. Juntos comienzan un romance al que darán rienda suelta en salas de profesores, parkings y demás lugares insospechados. Los encuentros furtivos serán cada vez más y más frecuentes. Con Daniel, Sarah aprenderá a interpretar a los mejores autores de literatura y descubrirá los placeres del sexo. Carr, casado y con hijas, se dará cuenta de su delicada situación y se verá obligado a marcharse de la ciudad con su familia para frenar esta tortuosa aventura.
Sarah, enamorada hasta lo más hondo de su profesor, caerá en una profunda desesperación tras su marcha e intentará revivir con una lista interminable de hombres todo lo que experimentó junto a su profesor de literatura. Ante la incomprensión de sus padres, Sarah se independizará y comenzará una nueva vida en la que el sexo sin amor y el alcohol serán sus principales compañeros. La vida de la joven se convertirá en un caos. Pero arropada siempre con el apoyo de su amigo Jamie logrará sobrevivir al peligroso ritmo de vida en el que se ha embarcado.
Se convertirá en una bella joven deseada por muchos hombres, pero pronto se dará cuenta de que ella es incapaz de desear a ninguno como deseó a Daniel Carr. En una más de sus noches frenéticas, Sarah se reencontrará con Daniel y retomarán la historia de amor que un día, en el pasado, habían dejado a medias. Sarah volverá a encontrar en Daniel el verdadero deseo. Cegada por el amor se mostrará decidida a renunciar a su juventud por pasar el resto de su vida junto al hombre que un día se la partió en dos, pero al que no puede evitar adorar. Se aislarán para vivir su amor sin interferencias y comenzarán un arriesgado juego en el que abandonarán la cordura en favor de los instintos más primarios y olvidarán la frontera entre el placer y el dolor.
Una novela tremendamente sexual y provocadora que equipara el amor a una especie de patología y nos hace recordar que es un sentimiento profundamente irracional. Y es que no hay leyes universales ni normas que nos ayuden a actuar ni a elegir congruentemente en lo que a este terreno se refiere.
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