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portada La Dama Cautiva De Jaca
Ficha del Libro:

Título: La Dama Cautiva De Jaca    comprar
Autor: José Luis Gracia
Editorial: Zócalo
I.S.B.N.-10: 8488962258
I.S.B.N.-13: 9788488962256
Nº P´gs: 128


La Dama Cautiva De Jaca
por Antonio Ruiz Vega

  Aprovechando que existe (al parecer) una laguna de dos años en las respectivas biografías de Allan Poe y Espronceda, Mosteo los hace venir a Marsella y encontrarse allí con la jacetana Elena Oliván. La novela está escrita desde el punto de vista de Elena, que es la "dama cautiva", ya desde la prisión donde, muy pronto, va a ser ejecutada por haber matado a un policía español.

Elena, hija de un pequeño terrateniente y ganadero altoaragonés, ha de partir hacia Marsella para vender el vellón de las ovejas del rebaño familiar. Allí, en medio de una trifulca tabernaria, conoce a Poe y a Espronceda, quienes han llegado hasta allí siguiendo caminos bastante rocambolescos. El hecho es que en la confusa reyerta muere uno de los criados de Elena y que los dos poetas, en la flor de la juventud y ya vagamente enamorados de la apuesta oscense, se ofrecen para acompañarla en su camino de vuelta.

Complicado como todos los tríos, este se agrava cuando Angelón, un lugareño amigo de Elena desde niños, se ofrece como partido más lógico y conveniente. Elena, dispersa entre dos atractivos pretendientes, cosmopolitas y cultivados, le rechaza, obviamente.

Este cabo suelto, Angelón, traerá la perdición a este grupito insólito que lleva una vida bucólica y apartada al pie del Pirineo. Angelón pone a la policía española tras la pista de Espronceda, subversivo enemigo del régimen establecido. Cuando la policía va a prenderlos (Poe es también, naturalmente, sospechoso), Elena Oliván se interpone en el camino de los guindillas y mata a uno de ellos, al capitán Ferrer, al que odiaba desde muy atrás.

La acción sucede en el primer tercio del siglo XIX y está ambientada adecuadamente, sin patinazos ni chirridos. Los personajes, sin embargo, apenas están esbozados y no son muy creíbles. Sobre todo Poe aparece como un personaje plano y que se compadece poco con la idea que se tiene a posteriori de este personaje atormentado (aunque, según sus más recientes biógrafos, en realidad la idea de un Poe alcoholizado y al borde de la locura no tuvo mucho que ver con la realidad y fue más bien invención de un editor avispado).

Evidentemente el personaje central, Elena Oliván, es mucho más coherente y el lector puede hacerse cargo de los conflictos sentimentales a los que se ve forzada en aquel tiempo tumultuoso, requerida de amores por dos personajes que, aunque desconocidos en cuanto mitos literarios (bien dispares, con todos los respetos posibles para Espronceda), se muestran ya como rutilantes luminarias que no pueden por menos que encandilar a la rústica Elena.

Los paisajes del Pirineo, que deben ser bien familiares para Mosteo, forman un fondo sugestivo contra el que se recorta el drama personal de estos tres jóvenes enamorados, aunque sea en la confusión de aquellos años aurorales.

Lo de menos, en este caso, es la excusa del manuscrito encontrado (las cartas del canónigo al coronel Chapalangarra). La novela debe funcionar –o no– al margen de esto, y hay que decir que funciona razonablemente. Al menos a mí me gusta este tipo de literatura histórica, sobre todo cuando se trata de brujulear por el XIX, tan apasionante.

Aunque el texto encomiástico de la contratapa ("La historia de cómo todo, España, la Literatura, pudo haber cambiado en los Pirineos...") resulte, como en tantas ocasiones, hiperbólica, lo cierto es que es una novela corta entretenida y el lector pide más, habrá que seguir la pista a este autor.
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