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portada El Mal Samaritano
Ficha del Libro:

Título: El Mal Samaritano    comprar
Autor: Helena Béjar
Editorial: Anagrama
I.S.B.N.-10: 8433961543
I.S.B.N.-13: 9788433961549
Nº P´gs: 200


El Mal Samaritano
por Antonio Ruiz Vega

  Durante mucho tiempo se ha dicho que el patriotismo es el último refugio de los canallas, pero tras el descrédito absoluto de tal doctrina cabe decir que su lugar como albergue de malnacidos ha sido ocupado por esta galaxia donde se acumulan una serie de delerictos históricos y un buen puñado de seres al borde de la debilidad o la patología mental. En este libro sólo se habla una sola vez de un término que, sin embargo, viene clamorosamente a la mente cada vez que se habla de ONGs, "terapia ocupacional". ¿Cuántos psicólogos aconsejan a sus pacientes que estén "antes ocupados que preocupados" y les encaminan directamente a militar en algún montaje de estos? Yo creo que muchísimos.

"Ser racional y estar sano supone antes que nada cuidar al yo y atender al propio huerto". Reconoce la autora. Y sin embargo...

Desapasionadamente Helena Béjar encuentra entre las motivaciones "en la filantropía democrática confluyen una vaga generosidad, una benevolencia difusa y una racionalidad que anticipa la propia necesidad (...) el fundamento del altruismo moderno es pues la reciprocidad, no la compasión.

Las grandes ONG malversan los fondos recaudados a través de la movilización de los buenos sentimientos".

Ella distingue diversos grupos de "solidarios" Están de una parte los más jóvenes, luego los "profesionales maduros" (gente en la cuarentena), por fin los jubilados, ricos en tiempo libre. Casta aparte es el entramado de la Iglesia, la ONG más antigua (bueno, lo de NO GUBERNAMENTAL es también muy relativo).

El primer grupo adolece de una confusión mental tamañita, que no se despeja, ni mucho menos, tras leer este libro.

Y es que la juventud actual, ni mejor ni peor que la de otras épocas (no nos engañemos), carece sobre todo de los rasgos que definen (o definían hasta ahora) a la idea de juventud, es decir, el entusiasmo, cierta ingenuidad, la capacidad de sorpresa, el desbordamiento de energía, la pujanza.... Los jóvenes son tempranos escépticos, a los 18 años están de vuelta de casi todo –o eso creen– y la propia militancia en las ONGs se hace en nombre de conceptos que hay que definir como posibilistas cuando no pedestres.

"El hombre sano es capaz de estar solo", decían los clásicos y cita la autora.

Muchos, sin embargo, son incapaces, y para ellos está este mundo de imposturas y mixtificaciones que necesita para existir que el otro esté enfermo, sea pobre o manifieste alguna lacra o debilidad.

"Son muchas las alusiones a los voluntarios que van a curar sus propios males y a los que los psicólogos y psiquiatras recomiendan la práctica del cuidado".

"Salgo de maravilla" dice un informante "uno vuelve al hogar completamente renovado".

"[...] tú no le puedes quitar a un tío el derecho a hacer el bien y a sentirse bien".

Y, sobre todo, hay que impedir el contacto personal, la amistad, que sería la única justificación (precisamente) de esta sospechosa caridad "porque tampoco es bueno que ellos se aferren a ti como amigo, porque entonces no verían más allá de sus narices".

A veces la crudeza de la situación se patentiza. Dice Mercedes, de la Asociación Vicente de Paúl para enfermos de Alzheimer: "Nosotras ayudamos a quienes vienen porque muchas veces se lo ha recomendado su psiquiatra, gente sola y con diferentes crisis, y ellos creen que nos ayudan a nosotros".

Pero más preocupante que la juventud es el caso de esos profesionales maduros, cuya dedicación a causas perdidas oculta, según la autora (bueno, a veces no la oculta porque son evidentes), su fracaso personal. Arturo, de Arquitectos Sin Fronteras, dice: "En la escuela te forman como si fueras a ser el número uno y pudieras hacer grandes proyectos. Y luego te das cuenta de que te has quedado haciendo chalecitos o en una constructora firmando certificaciones de edificación". Helena Béjar concluye, no sin dureza, "El voluntariado es una suerte de cobertura moral del fracaso".

"En algún sitio habrá que meterse ahora" dice Francisco (46 años, ADRA).

"Es crearte un ambiente como tú quisieras que fuera tu trabajo a la vez que, al final, te tomas unas cañas con gente que tiene las mismas inquietudes que tú". Es decir, terapia ocupacional, marear la perdiz, encontrar alguien a quien dar el coñazo.

Y todo con aires ampulosos, abaciales, rezumantes de falsa modestia. Insoportable.

Generalmente capones, que sabiamente han decidido no reproducirse.

"El orgullo personal de decir qué bueno soy. Eso te anima muchísimo".

La mayoría de las ONG se han surtido no sólo del dinero público sino del voluntariado "forzoso" de la prestación social sustitutoria, especie de forzados o galeotes que a cambio de no hacer la mili tenían que servir a los delirantes objetivos de estas organizaciones. Con la desaparición del servicio militar este caño ha dejado de manar y algunos burócratas de las ONGs piden, a calzón quitado, que se cree alguna tipo de prestación social como el antiguo servicio social, etc.
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