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portada El Espiritista Melancólico
Ficha del Libro:

Título: El Espiritista Melancólico    comprar
Autor: Antonio Soler
Editorial:
I.S.B.N.-10: 8423926265
I.S.B.N.-13: 9788423926268
Nº P´gs: 218


El Espiritista Melancólico
por Antonio Ruiz Vega

  Antonio Soler colabora en el diario malagueño EL SOL. Hará un par de años escribió un artículo sobre las andanzas del Málaga club de fútbol en Soria, donde creo que fue batido por el Numancia. El artículo era un cúmulo de despropósitos, tópicos y errores de bulto que evidenciaban, entre otras cosas, que Soler nunca había estado en Soria. Por asociación de ideas debió pensar que como ciudad castellana esto sería un nido de la reacción o algo parecido. En concreto había un famoso párrafo donde decía poco más o menos que por la calle Mayor paseaban los seminaristas de cabello tonsurado y los "sorches". Ignoraba Soler que en Soria ni hay seminario ni cuartel, así que...

Dejando aparte este desahogo, "El Espiritista Melancólico" es una novela negra donde, como se dice en la contratapa, se alternan aspectos eróticos y magicistas, aunque ambos no son relevantes en la trama. Decir que es novela "de iniciación" no es mucho, yo no la veo por parte alguna, y tampoco "de descubrimiento" si es que eso es decir algo. Por seguir metiéndonos con la contratapa, tampoco es cierto que La Mariona (la mujer que aparece muerta y da motivo a la narración) no es ni "joven" (35 años) ni "bailarina" (más bien un putón desorejado).

De lo que va es de una trama espesísima donde se critica la doble moral de los poderosos (policías, políticos, jueces, incluso periodistas), de la erosión del tiempo sobre las convicciones y los sentimientos, del sentido, o su ausencia, de la vida, etc.

A mí me parece una excelente novela negra, dura, tensa, en la mejor tradición de un Hammet o un Leo Mallet. Está bien escrita, los personajes son consistentes en su sordidez, los ambientes son sólidos, creíbles, todo transcurre fluidamente. No es una novela detectivesca en el sentido de que el descubridor, que ni siquiera es policía, sino periodista, tenga que encontrar indicios, desentrañar claves. El crimen no tiene demasiado misterio, los culpables están protegidos por una conspiración de silencio y por la complicidad de jueces y policías. No hay aquí "pistas" relevantes ni fallos en las coartadas, etc.

Sintora, el periodista, tiene un amigo policía, Cañadas, pero ambos no tardan en darse cuenta que ni en el periódico ni en la comisaría están interesados en descubrir la verdad.

La Mariona (Luz Bravo Vergara) aparece muerta en una escombrera no lejos de El Pomelo, un puticlub propiedad de un francés de apellido Peráult, a quien todos llaman Don Pepe. Peráult tiene un hijo, "El Moderno" y por el tugurio pululan varios tipos duros que trabajan para Peráult, incluido el padre de Mariona, Corrons.

El cadáver de La Mariona está mutilado, le han cortado un brazo y varios dedos aparecen aparte, sujetos con una cinta roja. Le han pintarrajeado signos vagamente cabalísticos y la palabra ANOBIUM (Carcoma, en latín) en el vientre. La asfixiaron, pero antes recibió una lluvia de golpes, sobre todo uno fortísimo en el costado.

Sintora tiene motivos extraprofesionales para interesarse en la muerte de La Mariona. La conoció siendo niña, cuando Sintora era un miliciano de la República y amante de su madre. Por aquella época fue compañero de armas de Corrons, aunque nunca se llevaron bien, como es lógico.

Se produce un segundo asesinato, el de Gardel, el marido de una mujer que a su vez era amante de Machuca, un policía de malísimas pulgas. Como Gardel aparece envenenado, aunque en compañía de una inverosímil nota de suicidio, la poli no tiene más remedio que detener a la mujer, con lo que Machuca se sube por las palabras.

A Machuca le llega el macutazo que a Gardel lo mató un limpiabotas que llaman El Rata, que ha desaparecido del mapa. Cabreado interroga a Moreno Bedoya, un machaca de don Pepe que limpia el Pomelo por las noches, entre otros cometidos. A Bedoya, Machuca, prácticamente lo desmonta, en el patio de vecinos, delante de todos, y, no contento con ello, va sacando de las jaulas y asesinando los conejos que Bedoya tenía en el patio.

Sintora va atando cabos. Don Pepe (Peráult) es buen amigo del gobernador civil y del juez, Bernardo Busera. Decide visitar a Corrons. La entrevista es tensa, tienen rencillas del pasado, no sólo que Sintora se la pegara con su mujer, sino una historia confusa de un tal Montoya que murió en el lugar de Sintora. Este acusa a Corrons de enriquecerse con saqueos durante la guerra. Lo más sorprendente es que Corrons no está interesado por conocer quién mató a su hija. Ella sufría mucho, nada se arreglará con que alguien pague por su muerte. Incluso si el asesino fue Peráult, dice premonitoriamente, tampoco le importa, sus motivos tendría, dice.

Otra pista inesperada le viene de Bedoya, el que había sido apalizado por Machuca. Desolado por la pérdida de sus conejos sufre una fuerte depresión, se confiesa a Sintora quien, al fin y al cabo "tiene estudios".

Ver que te vas como viniste. Que no has estado en otra parte, pero ni en esta tampoco, en ningún lado, como una planta a la que le ha dado el viento, el sol, y ya está. Que ayer abriste los ojos y mañana los vas a cerrar sin haber visto nada, nada de verdad La tierra en la que tienes metidos los pies. Y tampoco.

Finalmente le cuenta todo. En medio de una discusión el hijo de Peráult, El Moderno, golpeó a La Mariona, la cual, enfadada, le amenazó con contar a su mujer y a su hija que son amantes, y eso en los más soeces términos. Finalmente se enzarzan y La Mariona muere asfixiada. Luego, entre todos los de El Pomelo, la descuartizan, le pintan las inscripciones en la barriga, etc, y la abandonan en la obra. El dejarla tan cerca es decidido por Peráult, dando por seguro que, en segunda lectura, los policías decidirán que los asesinos la han dejado allí para inculparle a él. Por lo demás, cuentan con la complicidad de la policía y los jueces (probablemente también con la prensa la cual, en todo caso, no quiere meterse en líos y sigue abonada a la tésis del Crimen Pasional).

Sintora no puede hacer gran cosa con su verdad, frente a él se alza una conspiración de silencio que no va a romper precisamente Moreno Bedoya al cual, apenas acaban de hablar, Sintora le pregunta:

-Esto, todo esto que me ha dicho, no se lo va a contar nunca a la policía, a un abogado, ¿verdad?

Y él le contesta:

-Yo a usted no le contado nada.

Y no hay mucho más que decir.
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