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| Cuentos Perversos
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| por Antonio Ruiz Vega
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No hace mucho habíamos leído "Napoleon VII"¸que no nos gustó nada. Quizá no lo entendimos. Hay que reconocer que el humor de Tomeo es difícil, inclasificable. Humor absurdo y lindante con el surrealismo (Alfred Jarry?). Desde mi punto de vista, algo desigual, a juzgar por esta colección.
En estos "Cuentos Perversos" (el texto de la contraportada es absolutamente balbuciente y trastabillante: disparatado) hay algunos verdaderamente geniales. Por ejemplo, "El hotel de los pasos perdidos", que daría para un sketch de los hermanos Marx, en la línea del HOTEL DE LOS LÍOS. Un personaje cachondo mental (se mira en el espejo y comprueba que un huevo le cuelga más que otro, asimetría que es común a casi todos los personajes de este libro) acude a un hotel monstruoso y se dedica a ir y venir por sus dependencias, bares y restaurantes, adoptando numerosas personalidades, gracias a su bien nutrido guardarropa. General, jeque árabe, paleto... Imposta la voz, pasa una y otra vez por recepción, se deja mensajes y los recoge, volviendo literalmente majara al personal. Genial...
Y no sólo por hacer coña:
"¿Y por qué se toma usted tantas molestias?", podría preguntarme algguien.
"Pues me tomo tantas molestias", le respondería, "porque estoy convencido de que la fracción de verdad que corresponde a cada uno de los personajes que represento, sumadas las unas a las otras, acabará dándome algún día la sabiduría que ando buscando desde hace muchos años".
(...)
Mañana, dos minutos antes del mediodía, pagaré la cuenta y saldré del hotel vestido de jeque árabe. Si me despierto pronto y tengo ganas, tal vez dé unas cuantas vueltas por el vestíbulo vestido de general de artillería.
El papel lo podría interpretar el gran Zero Vostell, físicamente parecido al propio Tomeo.
El narrador de los cuentos, que parece ser el mismo o muy parecido, está obsesionado con la televisión y con algún presentador en particular En una ocasión pone la tele sobre un fuego de gas, hasta que el tipo de la corbata pide auxilio. En otra lo entierra profundamente y se ríe de la expresión de terror del locutor cuando el nivel de la tierra comienza a cubrirle.
Por lo demás este tipo zumbón no es nada modesto.
Puede que yo no sea tan gran poeta como Homero, pero me consuelo pensando que mi colega griego no pudo ver jamás esa maravillosa estrella porque en sus tiempos estaba en una latitud demasiado elevada (Canope).
Hay algunos directamente absurdos, como "El pulpo violinista". Mediante el alcohol (sin necesidad de presentar instancia al gobernador) baja al fondo del mar y comparte opiniones con un pulpo que, finalmente, extrae de un baje un violín y toca para él "El trino del diablo" de Tartini..
En "La ruleta rusa" propone el juego indoloro de dispararse al cielo del paladar con un revolver cargado de aceitunas. Todas rellenas excepto una que tiene hueso...
Si este método de suicidio falla (como fallará, previsiblemente), se decidirá por otros. "O la muerte por ahorcamiento que, según dicen, te pone cachondo...".
Junto a hallazgos geniales como estos y algún otro, hay otros cuentos mucho más flojos, lo que hace que el conjunto sea irregular. En cualquier caso algo ha mejorado mi opinión sobre este autor al que no cabe negarle una personalidad inconfundible y rasgos de genialidad sorprendente. |
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