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portada Cuarteles De Invierno
Ficha del Libro:

Título: Cuarteles De Invierno    comprar
Autor: Alfred Duggan
Editorial: Militaria
I.S.B.N.-10: 8408071416
I.S.B.N.-13: 9788408071419
Nº P´gs: 249

- Ejemplar cedido por la Editorial Militaria.

Cuarteles De Invierno
por Ignacio Segurado

Los cuarteles de invierno eran demasiado cómodos y los legionarios se han vuelto perezosos. Con esta premonición derrotista y fatal, Marco Licinio Craso, jefe supremo de las siete legiones romanas que marcharon a los confines del mundo para hacer la guerra a los partos y obtener la gloria, reconocía su derrota. Un poco antes, su hijo Publio había caído en la batalla decisiva, y con él, Acco, el galo descreído y fiel que le había jurado protección eterna. Un poco después, el propio Craso era víctima de su propio orgullo y encontraba la muerte. Sólo unos pocos afortunados de los más de 50.000 soldados que habían dejado Roma para conquistar las grandes llanuras de Asia vivieron para contarlo. Uno de esos soldados, el noble galo Camul, es el narrador de esta historia de supervivencia, dioses esquivos, lealtades duraderas y guerra congelada.

CUARTELES DE INVIERNO cuenta la historia de amistad inquebrantable de dos hombres, Camul y Acco, naturales de un pueblo al sur de la Galia próximo a los Pirineos, que se ven obligados a abandonar su relativamente placentera vida por una fortuita desavenencia con la ninfa Pirene, dueña y señora de todo cuanto sucede en aquellos valles. Mientras esto ocurre, en Roma son los años del primer triunvirato de César, Pompeyo y Craso. Una alianza política estratégica pero endeble, que sirve para asegurar la retaguardia mientras por separado cada uno hace cuantos más méritos bélicos mejor para llegar a convertirse, a ojos del pueblo y del Senado, en el hombre capaz de gobernar por sí solo el futuro de Roma.


Camul y Acco pronto entran a formar parte, por azar y por interés, de la caballería gala que combate junto a los ejércitos de César. Así, como mercenarios a sueldo de uno de los generales más importantes de Roma, los dos amigos emprenden una exitosa carrera militar que les lleva por méritos propios a alcanzar una posición de prestigio dentro de las huestes romanas al servicio de Publio, hijo de Marco Licinio Craso, el triunviro quizá menos dotado para las artes militares, pero extremadamente hábil en el mundo de los negocios.


Leales a sus protectores romanos, pero fieles a sus tradiciones galas, intachablemente responsables y sin la hybris que suele ser la perdición de todo hombre que empuña una espada, Camul y Acco anhelan la batalla decisiva. Perseguidos por la cólera de la Señora de las Bestias y buscando la gloria llegan a Roma, que huele a sangre, a crueldad y a muerte prematura. Allí se empapan de su vida cotidiana y de sus costumbres, demasiado banales para su condición de nobles galos. Asisten a fiestas tediosas y a sangrientas representaciones circenses. Por fortuna para ellos, el viaje no se detiene entre las sietes colinas, y pronto parten hacia el este como integrantes de los ejércitos de Craso, en una contienda que los augures profetizan nefasta, pero que ellos aprecian y valoran como la mejor oportunidad de sus vidas.


Lo que dura su viaje hasta tierras de los partos es un camino de iniciación, y tanto Camul como Acco evolucionan, sobre todo éste último. Su temor a la ninfa disminuye a medida que crece la distancia que le separa de su tierra natal y, más aún, a medida que descubre nuevos cultos y ritos que le hacen reflexionar sobre el escaso poder ultraterreno de su maligno espíritu. Acco, aspirante a druida y buscador incansable de las fuerzas ocultas, llega a confesar a su amigo que tal vez hayan cruzado el mundo huyendo de algo que no puede hacerles daño. Y estaba en lo cierto, porque su trágico destino final, narrado a modo de prólogo en las primeras hojas del libro, no fue culpa del desdén de ninguna diosa furibunda, ni una consecuencia de su excesivo ardor guerrero, sino el previsible resultado de una campaña militar precariamente orquestada y pésimamente realizada.


Se agradece la ausencia en CUARTELES DE INVIERNO de conspiraciones varias, irresolubles misterios (cómo no, ocultos) y demás zarandajas retóricas y lugares comunes que últimamente son las señas de identidad del género histórico... quizá porque en 1956, año en que fue escrita, aún ese cáncer de la imaginación no se había convertido en metástasis. Entretenida, sobria y didáctica, más allá de su estereotipada narración, el mayor logro de Alfred Duggan, su autor, es haber sabido acercarse con honestidad y sencillez a la mentalidad de una época gobernada por las creencias míticas, los intereses militares y las glorias personales.  
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