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portada Aventura A Toda Vela
Ficha del Libro:

Título: Aventura A Toda Vela    comprar
Autor: Santiago González Zunzundegui
Editorial: Debate
I.S.B.N.-10: 8483064154
I.S.B.N.-13: 9788483064153
Nº P´gs: 320


Aventura A Toda Vela
por Antonio Ruiz Vega

  La familia formada por Santiago, Mayi y los niños Urko y Zigor se embarcaron en un velero (el JoTaKe) construido por ellos mismos en 1983, partiendo del puerto de Hondarribia. En realidad la aventura había comenzado 4 años antes, cuando empezaron la construcción de la nave. Y concluye, 17 años después de dar una vuelta completa al mundo. A lo largo de tanto tiempo pasaron muchas cosas. Entre otras que el barco que comienza la travesía no es el mismo que la concluye, aunque mantenga el mismo nombre. El viejo JoTaKe, transformado en pesquero, quedó en Costa Rica mientras que los González construían un airoso catamarán mucho más amplio con el que concluirían el periplo. Urko y Zigor, que iniciaron el viaje con 9 y 8 años, lo concluyeron como hombres de pelo en pecho e incluso uno de ellos con incipiente calvicie.

El largo itinerario que comienza en la costa cantábrica pasa luego por Portugal y Las Canarias, llega al Brasil, se demora en la red fluvial del Amazonas y va bordeando luego hacia el Caribe, con una larga interrupción en Costa Rica (del 90 al 96) motivada por la construcción del catamarán JoTaKe (2º). Cruzan luego el canal de Panamá e inician la más larga singladura, desde Galápagos hasta Marquesas y luego, por Polinesia hasta Nueva Guinea, Filipinas, Malasia, Singapur, realizando de una tacada, ya en el 2.000, la travesía del Indico hasta Yemen y de allí, a través de Suez, la visita a Turquía, Cerdeña... y bordeando la península ibérica regresar a Hondarribia, de donde partieron.

La forma de viajar que tienen los González-Errazkin tiene el encanto de irse demorando en los lugares, siempre tomando contacto con las gentes (a menudo aprendiendo a toda costa sus idiomas, al menos para entenderse en lo más imprescindible), participando en sus actividades (generalmente en la pesca, pero a veces también en la caza o en la recolección). Sin los conocimientos de náutica e ingeniería de Santiago el viaje hubiera terminado muy pronto, y aun así las dificultades fueron enormes. Partía la familia con un capital de mil dólares del 83, que también se hubiera terminado enseguida de no ser porque con frecuencia el padre e incluso los demás miembros de la familia trabajaron en los oficios más increíbles, y a que se nutrieron siempre que pudieron de los peces por ellos pescados, en los regalos de los nativos, etc., manteniendo una envidiable economía autogestionada y autárquica que incluía la salazón o conservación en frascos de cuanto bicho viviente caía en sus manos. Otra clave de su larga supervivencia fue su adaptación a cuantas cocinas indígenas tuvieron acceso, practicando el "donde fueres haz lo que vieres". El llevarlo todo consigo, el ser autosuficientes, el tener siempre algo que intercambiar con los nativos (frecuentemente habilidades técnicas), el constituir una unidad familiar compacta y también el ser orgullosos miembros de una raza como la vasca, contribuyó paradójicamente a que pudieran trasladarse de un lugar a otro con la mayor facilidad y establecer las mejores relaciones con cuantas razas y culturas se fueron topando.

El factor euskaldún no es baladí. Resulta sorprendente la cantidad de barcos y marinos vascos que se van encontrando por ese ancho mundo y cómo muchas veces, hablando entre ellos en euskara, se vieran contestados por desconocidos en los puertos más exóticos de los trópicos. Imposible dar ni siquiera una idea de la multitud de anécdotas que les van sucediendo ni cómo van superando las mil y una vicisitudes que ponen en peligro el periplo. La presencia omnímoda de la burocracia en cuanto puerto deciden aterrizar (esta palabra, que suena a aviación, es perfectamente marinera y Santiago la utiliza continuamente) es una de las dificultades, que muchas veces les llevan a desechar una escala, por el abuso dinerario que les supone. Luego están las frecuentes averías, que siempre saben superar de los modos más peregrinos. Los accidentes ponen en peligro sus vidas, así el ataque de las abejas asesinas, con el que principia el libro, o la herida en la muñeca que se produjo el propio autor y que estuvo a punto de llevarle al otro barrio en pocos minutos, seguido de un largo etcétera. Hemos ido destacando algunos episodios especialmente inauditos o hilarantes. Al comienzo de la travesía, cuando llegan al Ecuador, el 24 de Junio del 84 (pág. 41), tanto Santiago como Mayi observaron un fenómeno sobre el horizonte que no lograron explicarse. Era un muro negro, o mejor dicho la ausencia de todo, como si en un sector del horizonte no hubiera nada. La luz no se reflejaba, sino que era absorbida por el hueco negro, tampoco se veían las estrellas, ni el mar. "La espuma blanca de proa, que iluminábamos con el foco, desaparecía como tragada por un abismo oscuro. Una línea recta cortaba el cielo estrellado del lado del velero. Al otro lado, sólo ausencia, oscuridad, vacío" (¿Qué sería?). O esos vaqueros brasileños, del estado de Ceará con los que charlaron y que les preguntaron, sinceramente sorprendidos, "¿Y el mismo sol que alumbra aquí alumbra también en su país?" y a los que hubo que explicar que la tierra era redonda. (Pág. 50). O las bromas que sus cachondos fieles hacían al párroco de Parnaíba (en Brasil), rociando las hostias con pimienta picante y cambiando por gasolina el vino de la consagración (pág. 52). Sólo las andanzas de los González por el Amazonas hubiera dado para un libro entero, tal es la complejidad de ese mundo cambiante, sin apenas referencias, donde hasta las islas son flotantes, formadas por masas de vegetación, algunas con su propia fauna, que yerran por los meandros del río más grande del mundo. La navegación por estas aguas es peligrosísima, siempre a merced de que un tronco abra el casco o que la temida pororoca se lo lleve por delante (pág 64). En 1987, a la altura de la costa de Guayana, en Cabo Carenero, presencian un espectáculo también inexplicable, el fenómeno del rayo verde. "Cuando el horizonte está muy limpio, en la décima de segundo en que el sol se esconde en el horizonte, un intenso rayo de luz verde sale justo de donde se esconde el sol, hacia el cielo". (Pág 114). Entre las numerosas peripecias que les acaecieron en la costa brasileña (pág 123) una tuvo que ver con una de las tribus que se dedicaban al contrabando y que habían formado un verdadero ejército privado, tanto para defenderse de la policía como de otras tribus rivales. Este ejército comprendía carros de combate y hasta misiles tierra-aire con el que derribaron un helicóptero que venía a fumigar los campos de marihuana... Poco más adelante Uranio, el jefe de otra tribu, mientras se meten entre pecho y espalda unos platos de cabra asada hace a Santiago una proposición seria. Doscientos cincuenta cabritos y cincuenta caballos de carreras a cambio de Mayi, su mujer. Mayi habría pasado así a ser una de las cincuenta esposas que el caudillo Uranio tenía repartidas por todo su territorio... En Costa Rica, ya en la página 155, conocen a Willy, convicto de asesinato, que dormía siempre con una Uzi bajo la almohada y al que las autoridades preferían dejar suelto que tenerlo en la cárcel, de donde se escapaba siempre que quería y además colaboraba a que se escaparan otros, además de traficar con alcohol, etc. En Tahiti, en la página 175, se dan cuenta de que los nativos usan muchas palabras idénticas a las del euskera y por si fuera poco vieron un espectáculo de arrijasotzailes, o levantadores de piedras idénticos a los vascos. Aunque este no es un libro político sino de aventuras y Santiago trata de evitar estas cuestiones, lo cierto es que le sale el abertzale que lleva dentro. Así en la página 202, cuando explica que preferían escuchar los noticiarios de la BBC, Radio Suiza o Radio Australia que en las emisiones españolas donde algunos periodistas al servicio del poder fáctico de turno las manipulaban y tergiversaban. Había que escucharle de todas formas. No para saber lo que pasaba realmente, sino para averiguar entre líneas qué es lo que querían que pasara. Así se maneja a la opinión pública ¿Libertad en la información? En la mar hay mucho tiempo para pensar; además, se ven los toros desde la barrera, y eso es peligroso. Quien tiene el poder, tiene los medios; o viceversa ¿O no es así? ¡Qué lío! Mucho más adelante, en la página 229, ya en las Salomón, cuenta que en la isla de Honiara, a medio camino de Japón y Australia, hubo una base USA en la II G.M. Días antes de la llegada del JoTaKe los nativos descubrieron por azar un almacén subterráneo repleto de material de guerra en perfecto uso. Entre otras cosas 50 jeep Willys en perfecto estado... En la página 237 se describe lo que estuvo a punto de ser su muerte por desangramiento. Es curioso que Santiago sólo se preocupaba por las molestias que iba a tener su familia para deshacerse del cadáver, que no eran pequeñas. Finalmente sobrevivió. En la página 271 se produce algo que habían venido temiendo a lo largo de toda la travesía. El ser asaltados por piratas. El abordaje está a punto de suceder en el golfo de Bengala, cuando el JoTaKe se vio perseguido por un junco con claras intenciones de piratería. Toda la familia sobre las armas mientras el JoTaKe evoluciona en acción evasiva. Finalmente los piratas desisten... Ya al final del periplo, cuando pasan por Eritrea y se encuentran con la recién terminada guerra contra Etiopía (página 282), Santiago vuelve a sacar la vena vasca: - ¿Por qué tenemos que ser etiópes si somos eritreos? Los etíopes quieren masificarnos, hacer que perdamos nuestra identidad, nuestras lenguas y nuestra cultura: en definitiva, nuestra libertad, nuestra forma de ser, para convertirnos en un número más dentro de un gobierno que en nada nos beneficia. - ¡Vaya, ésa es una música que me suena a muy conocida! –les decía yo. Al final viene un escueto diccionario de términos marineros que viene muy bien para entender las maniobras frecuentísimas a las que se libra la tripulación del JoTaKe. Un gran libro que despierta una gran envidia por la epopeya de estos robinsones vascos que han demostrado que es todavía posible la aventura. Su recorrido por ese tercer mundo que visitan por la puerta de atrás, desde los puertos y no desde los aeropuertos, se nos aparece como un mundo todavía bueno y vivo, que merece la pena de conocer y vivir. Un mundo donde persisten las más antiguas tradiciones, que se están arreglándolas para sobrevivir a la tecnología, fagocitándola, integrándola con una facilidad que hasta ahora parecía impensable. Interesante, muy interesante.
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