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| Atlantis. La Ciudad Perdida
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| por Francisco J. Vázquez
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Existen lugares sobre la superficie de nuestro planeta donde suceden fenómenos del todo inexplicables. Tal es el caso de los denominados espacios vacios, o lo que es lo mismo, puntos concretos de la geografía terrestre donde los fenómenos que se producen son del todo desconcertantes. Tres son los que con mayor auge suenan a niveles internacionales: el denominado Triángulo de las Bermudas (situado en el Océano Atlántico), el Mar del Diablo (en Japón) y una remota y poco accesible zona en Camboya. Los tres tienen una característica común: son los lugares donde mayor número de barcos, aviones o submarinos se han perdido sin dejar rastro de posibles accidentes... como sus ocupantes. Se las conoce como zonas fantasmas, y con razón.
Esos lugares son los puntos de partida de esta apasionante novela de Greg Donegan donde, aparte de la trepidante aventura que viven los personajes a lo largo de las diferentes décadas en las que se desarrolla la historia, se percibe un trabajo de documentación arduo, ya que utiliza elementos y personajes reales tanto de índole histórico como militar o periodístico que desembocan en ATLANTIS. LA CIUDAD PERDIDA, de forma brillante.
Donegan crea una atmosfera a través de saltos en el tiempo donde intenta exponer diferentes fases que serán clave para el desenlace de la historia. Aquellos momentos más destacables de la misma son, por ejemplo, la narración de la desaparición del Vuelo 19 y de uno de los aviones de rescate que, después de salir en su búsqueda, tampoco regresó. Otros de los momentos ágidos es cuando el lector consigue situar en la narración a un siniestro personaje que, casualidades de la vida, ha sido responsable de la desaparición o destrucción de más de una nave -de forma indirecta, pero responsable al fin y al cabo-, en su afán por intentar descubrir qué pasaba en esas zonas y por qué. Aunque sin duda, lo más escalofriante es meterse en la piel de uno de los protagonistas, un tal Dane, que por suerte -y para su desgracia- se convuerte en el único ser vivo que ha conseguido eludir aquello que los demás no pudieron. Eso le traerá una enorme tortura personal nada envidiable, donde sentimientos de culpa e incomprensión rondan su cabeza de forma continua. Pero eso no es todo, ya que a lo largo de la aventura esa seña de identidad servirá para hacer de él el blanco de aquellos que por los intereses personales, económicos o militares quieren a toda costa saber qué se esconde tras esas perturbadoras zonas.
La novela es ágil, fresca, y sobre todo muy bien estructurada. La documentación, los aspectos de realidad y ficción que entrelaza con maestría, y sobre todo, la perpetua motiviación al lector de estar permanentemente alerta, hacen que ATLANTIS. LA CIUDAD PERDIDA sea una de esas obras que pueden no sólo gustar, sino servir a muchos para leer entre líneas. Porque eso sí, Donegan hila fino... |
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