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Alejandro Magno
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por Lydia Rodríguez
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La editorial Nowtilus nos presenta, de la mano de Juan Antonio Cebrián –director de la colección–, una serie de libros que, con un carácter ameno y divulgativo, nos introducen en la vida de míticos personajes y pasajes importantes de la historia universal. En esta ocasión, el periodista y escritor Charles E. Mercer recoge la historia de Alejandro Magno, quien fue, sin lugar a dudas, uno de los estrategas más audaces, inteligentes y brillantes de la historia; un hombre con una extraordinaria capacidad de liderazgo, un ser carismático, distinto y sobrenatural, tocado por “una peculiar mezcla de bondad y brutalidad”. El libro relata con grandes detalles las ingeniosas tácticas e improvisados planes de ataque de Alejandro Magno, cuyo objetivo era erigir un gran imperio y fundar espléndidas ciudades como la mítica Alejandría, capital del mediterráneo, que llegó a atesorar, a través de su famosa biblioteca, un exquisito legado cultural con más de setecientos mil rollos escritos. Alejandro consiguió fundar más de setenta ciudades y pudo realizar sus conquistas con éxito gracias a la presencia de un eficiente ejército; además, en todas sus expediciones se hacía acompañar por expertos de las más diversas disciplinas: naturalistas, cronistas, topógrafos y escritores como Ptolomeo, su biógrafo personal. Este legendario estratega experimentaba una curiosa atracción por el combate y disfrutaba efectuando personalmente en cada una de sus batallas el golpe decisivo; buscaba a los líderes de los bandos enemigos y los eliminaba siempre de la misma manera: clavándoles su espada en el rostro. Después, una vez que los territorios quedaban bajo su dominio, solía ser respetuoso con sus súbditos y muy tolerante con la celebración de sus tradiciones y ceremonias religiosas. Alejandro fue un hombre que destacó por ser uno de los guerreros más temidos y crueles pero, paradójicamente, también era capaz de mostrar una humildad y ternura sin límites. Así lo demostró en innumerables ocasiones: por ejemplo, con el trato dispensado a la familia de su principal enemigo, Darío III; también lo demostró al dejar en libertad y ofrecer protección a la hermana del líder de los tebanos en la batalla de Queronea; y volvió a dar señas de compasión cuando, tras la batalla con el ejército persa de Darío III, se encargó de visitar, curar y atender a los soldados macedonios que habían resultado heridos. Con tan sólo 32 años había explorado y conquistado casi cuatro millones de kilómetros cuadrados. Su inesperada muerte, como consecuencia de unas repentinas fiebres, a la edad de 32 años, desembocó en la división de su imperio: Antípatros obtuvo Macedonia y Grecia; Persia fue entregada Seleuco; y Ptolomeo recibió Egipto. La obra resulta muy entretenida, didáctica y de ligera lectura, por lo que la recomiendo a todos los lectores y, muy especialmente, a los jóvenes o adolescentes, que se acercan por primera vez a la lectura, ávidos de historias deslumbrantes y llenas de aventuras. |
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