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El Ingrediente Secreto De Vanessa Montfort
por Chema Rubio

En la Taberna del Prado, con su alta tradición bohemia, y el retablo rococó de imágenes del s. XXI que preside el lateral que miro cuando pienso en la preguntas que no encuentro al azar; nos disponemos a dar cuenta del menú, mientras entrevistamos al paso de la memoria El Ingrediente Secreto de Vanesa Montfort.

Barcelonesa de nacimiento (1975) y adoptada por los madriles emergentes y pre-democráticos. Su piel cosmopolita ha sabido absorber ciudades como Nueva York al viajar en la soledad e imaginación que para sí mismo querría Ferdinand Celine.

A través de las historias costumbristas en un horno pastelero (su abuelo fue un precursor en hacer roscones de Reyes con premio), una carroza de metal envuelta en la transparencia del plástico sin relleno de ninguna crema que pudiera confundir a los paladares puros. De Vanessa Montfort se sabe que tiene una Licenciatura en Periodismo y es Experta en Comunicación y Arte, Master que tuvo como gurus al catedrático de pensamiento político Cesar Aguilera y a la profesora, anfitriona de artistas y poeta precoz, Maria Fraguas. A José Luis Galicia (apadrinado por Picasso en el Paris de los 50; pintor de los frescos de la Catedral de la Almudena), al escultor Julio Álvarez, quien formara el trío que vitalizo el arte al aire libre junto a José Hierro y Fernando Quiñones; y al cuentista laureado amen de letrista del cantante Josele, el pintor Alonso de Santiago.

Este ramillete de maestros, genios que presentaban su trabajo nítido de florituras circenses, hace que no quede en Vanessa Montfort como nada superfluo. Ni como alguna sucursal titulística ni como propaganda estética sin más; sino que avanza desde la ética de su mundo educado, hasta los fondos del vientre insatisfecho: siempre preguntándose.

Montfort alimenta las inconformistas venas que el verdadero artista debe retener para poder volar.

Durante la época académica, en esos años iniciales, la mujer se hizo en la poesía como una oración en los miércoles en el barrio de Prosperidad. Aun sin abandonar del todo los versos, comenzó en otros asentamientos para expresión de sus alas indomables.

Y se lanzó en un tiempo: en la soledad de la palabra escrita y la ambicionada acción de estrenar sus proyectos. Después de la teoría acción, sólo acción.

Así le llego la oportunidad en la semana del libro (1999) en el Círculo de Bellas Artes, escribiendo y dirigiendo como demanda la tradición más antigua: el Quijote´s Show. Después de luchar a brazo inquieto durante 30 días interminables con actores/as, ordenanzas, jefes de coordinación, llaves, lumino–técnicos, música clásica y moderna, con burocráticos papeles, y nervios encarcelados, asombró a quienes no conocían nada de su genio y sólo vieron antes de su hazaña la bisoñez que reflejaba su rostro sin arrugas. Un psiquiatra que intenta hacer la terapia a un quijote, y otro espectador (un estudiante que ensaya su tesis cervantina) sacan de quicio al loco de la lanza molinera y al cuerdo freudiano. Entre los actores destacan Chema Ruiz y Bruno Squarcia. El Director Musical fue Luis A. Muñoz.

Más tarde prosigue con la obra Paisaje Transportado. Escrito en los trenes que le llevaban a Alcalá de Henares, o en los aviones (que tomó para ir a Méjico y USA donde expone conferencias de cuando en cuando) la crueldad y el humor sobre seres marginados (un inmigrante árabe, un yonki, etc.) son el motor principal que apenas funciona como Vanessa Montfort hubiese querido (…) y todo porque poco después de su estreno, al Chino y sus secuaces, dos meses después del estreno, no se le ocurrió otra cosa que volar trenes. Y los 192 muertos fulminaron la voluntad de la artista, al sentir cómo se le quebraban los huesos a la vez que se desvertebraba el esqueleto de cada habitante en la Capital.

Por esto mismo Vanessa Montfort, en su pensar contra–oportunista, no quiso que prosiguiera Paisaje Transportado. A partir del tren de la derrota, Atocha a Alcalá de Henares es la línea que acaba para continuar de pronto (cuando ya estaba el final de la novela próxima) con un encargo desde la Unión de Actores.

Estábamos Destinadas A Ser Ángeles es su tercera obra de teatro, confiándole por segunda vez su obra a la directora Rosa Briones. Pero tampoco Vanessa actúa como simple autora, sino que al escribir piensa en el escenario, actores, coreografía... los ensayos son observados con el parpado inquieto.

El Ingrediente Secreto es su primera novela. Consta de 500 páginas y comienza así:

Una vez alguien me dijo que había encontrado la formula de la felicidad. Yo no le creí, por eso me senté a escucharle”… Y termina: “Acunada como siempre por el tambor de tu corazón, antes de abandonarme contigo en tu sueño, te respondo: duerme papá. Madrid 3 de noviembre 2005".

Esas son sus primeras y últimas palabras que se adentran a través de mis manos. Estoy sosteniendo el libro y penetran en mi frente y se expanden como pólvora agraciada en las costuras de la memoria.

Vanessa Montfort, como hija generacional, supera la ideocracia de sus padres, vuela a la dictadura que les toco en suerte a los abuelos y pasa por la guerra civil como si hubiese conocido a un lucido bisabuelo alzehimático sin complejos ni moralina que temer. Resuelve sus momentos a través de un ingrediente que busca y rebusca sin cesar en las reposterías donde entre espías de la política negra, y los sueños de la bohemia, Eva Alcocer, que va entre fracaso y fracaso, llega al amor paterno...

Una historia de traiciones y verbenas, de cielos a la intemperie de la tormenta. Desde el principio al final, sus cuatrocientos treinta y un gramos de peso resultan un arma ligera, propia para lectores que ni temen el sillón de las horas largas, ni los trenes donde codo a codo, aliados con el humor ácido de Madrid, se puede degustar la historia de unas vidas imaginadas sin hacer caso a la megafonía de los trenes ni a las paradas, ni al silbato del jefe de estación. Lean esta novela, que en sus inicios fue escrita en libreta y a bolígrafo, como poeta de andenes esquivando al tiempo, hasta alzarse a las estanterías de medio mundo con las manos de Ed. Algaida.
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